(Firma: Juan Andivia) No sé de qué nos extrañamos cuando vemos a la gente arrobada ante una niña de dieciséis años como si fuera el mismísimo Mesías. Acaso no hay miles de personas escuchando a Belén Esteban; acaso no hay seguidores de los programas de esa cadena enemiga del buen gusto y el buen criterio.
Por mi profesión, he tenido que soportar que los carpinteros, amas de casa, médicos y arquitectos (son ejemplos) intentaban discutir conmigo sobre normativa lingüística. Ahora, eso sí, yo no podía ni insinuarles cómo se curaba a alguien o cómo se construía un palacio de deportes.
En la educación era peor, si cabe, porque cada cual hablaba de los adolescentes como si todos hubieran sido clonados y ellos, en sus casas, hubieran aprendido científicamente el comportamiento y las soluciones de sus problemas. Tenían una hija, o dos y nosotros, los profesionales, que cada año conocíamos a centenares de jóvenes no merecíamos la consideración de expertos.
Los porqués están claros: en el caso primero se debe a la creencia nociva de que las carreras que importan son las científicas. Una bata blanca en un laboratorio durante horas se considera de más valor que una vida entera entre bibliotecas. La opinión sobre quienes somos de letras sigue estando al nivel de nuestra cultura política.
En el caso segundo la explicación se podría resumir en que no somos Finlandia. Una puede ser abogada y se les consultarán asuntos legales, o podólogo y se les preguntará por eso que tenemos en el pie, pero si te dedicas a la enseñanza, a la educación, entonces no hay nada que hacer.
Y así vamos. En las tertulias de los medios todo el mundo habla de todo, entiende de todo; por lo visto llamar a los especialistas es más costoso; y no económicamente, sino de cara a la aceptabilidad de un público definitivamente embrutecido.
Y ahora llega Greta, que ha hecho muy bien en alzar su voz, que es valiente, pero que no tiene la preparación necesaria para inculcarnos la verdad de su verdad. Pero qué más da, el mensaje es nuevo, la gente sigue siendo dócil y los medios de comunicación colaboran.
Muchos profesores durante años hemos estado aclarando que nuestra modalidad lingüística andaluza no era peor ni mejor que la que llamamos todavía castellana, pues nada, seguimos sin aceptar lo que está demostrado y se siguen oyendo barbaridades.
La Thurnberg, que así se apellida la chica (berg en sueco significa montaña), se ha dedicado a viajar a costa de organismos variados, ya que no parece necesario recalcar que su familia, cuyos padres han dejado sus actividades respectivas, no pagan el show, los desplazamientos y el hospedaje. Greta es hoy un símbolo, en medio de un curioso caso de explotación infantil; pero debería ser, sobre todo, una adolescente.