(Firma: Federico Soubrier) Me ha sorprendido que todos los agentes sociales firmantes de la subida del Salario Mínimo Interprofesional se feliciten por el acuerdo al que han llegado con el Gobierno en fijarlo en 950 euros.
Al parecer, todo un éxito incrementar solo 50 euros sobre los 900 ya establecidos en el 2019, lo que verdaderamente parece mentira es que todos lo celebren.
Lo comprendo por la parte que compete a los empresarios que se temían lo propuesto por Unidas Podemos que hubiese fijado el nivel psicológico de los 1000 euros, pero por parte de los sindicatos me da sensación de cesión y poca beligerancia, a la vez que una previsión de obstáculos en la acometida de modificaciones en la reforma laboral si el talante negociador sigue corriendo por esto cauces.
No entiendo cómo un diputado recién llegado al congreso puede cobrar entre comisiones y demás zarandajas más de seis veces el SMI si ellos entienden que con los 950 euros se puede llegar a final de mes. Poco o nada se puede aumentar el consumo familiar pasando a disponer de 1,6 euros más al día, siendo este fundamental a la hora de reactivar la economía local y por tanto, a la postre, la nacional.
La Carta Social Europea nos fija el SMI en 1100 euros, que equivaldría al 60% del salario medio, pero aquí solo nos quedamos con las partes negativas que nos impone Europa como jubilaciones entre 65 y 67 años cuando vemos que los activistas franceses con un SMI de 1498 euros se mantienen firmes y reivindicativos, a base de huelgas de carácter indefinido, ante sus 62 años de jubilación.
El bloque progresista de izquierdas parece que se encuentra cómodo maquinando temas judiciales e independentistas al amparo de la cortina de humo que le ha facilitado el pin parental lanzado por VOX, olvidando que su meta fundamental debería consistir en mejorar el bienestar social.
Para el camino que llevamos, malamente arrancamos.