(Firma: Juan Andivia Gómez) Ha vuelto la estupidez, como cada año, sin cura ni remedio. Y parece que cada vez cuenta con más engaños y con mejores pretextos. Es la convocatoria a lo gregario, el mimetismo de las costumbres.
En un principio, unos avezados comerciantes se inventaron el día de los enamorados, que potenció un consumismo absurdo del que era difícil escapar. Hicieron publicidad y películas.
El anzuelo ya estaba echado. Rebajas, Halloween, Blackfridays, reyesmagos y papanoeles nos asaltan desde entonces son alevosía y sin piedad.
Más tarde llegaron las medallitas de la madre, de los hijos, de la esposa, compatibles con las del santo patrón o la advocación semanasantera y, después, las agencias matrimoniales, que han derivado en portales para encontrar pareja; algo que, según dicen, facilita lo que llaman esa labor, como si fuera un trabajo, de ligar (la web más conocida ha facturado unos sesenta millones de dólares el pasado año).
Pues ahora llega otra vez sanvalentín, con sus seguidores: comerciantes, peticionarios de una (¡una!) atención anual (que ya me dirán para qué sirve, si es obligada y marcada por ajenos), publicitarios y, lo más curioso, casas de citas de las antiguas, algunas convertidas hoy en webs de scorts o de masajes especialísimos.
Que lo que se intente potenciar sea el consumo, que es lo contrario del amor, abnegado por naturaleza, es ya bastante absurdo, pero que haya quien crea que si su pareja no le hace un regalo ese día catorce es que no lo quiere o no la cuida es que no se ha dado cuenta de que, con regalo o sin él, su pareja no lo/a cuida, así de sencillo.
Pagar por encontrar pareja no parece moralmente censurable, porque si existe el servicio será porque hay demanda, aunque pudiera ser al revés, sobre todo en este caso; lo que individualmente me resisto admitir es que sea para formar una pareja estable, que conduce al matrimonio, que es lo que se pregona, porque así lo desvalorizan.
Y como colofón, los programas de Mediaset, First Dates e islas varias, orientados uno a enamorarse, como si eso se consiguiera echando una solicitud y otros a lucir las inseguridades de quienes utilizan fidelidad e infidelidad como armas de hacer caja.
No podían faltar la hostelería, le cirque du soleil y hasta Leroy Merlyn.
En las relaciones humanas existen amigos y amigas, personas que se gustan y que no quieren casarse y una gran variedad de posibilidades, como plurales y únicas somos las personas. Ninguna de ellas están en las tiendas, en los escaparates, o en la televisión.
Quien piense que el cariño se mide por el valor del gasto y, además, en fechas señaladas, es que no se está enterando de nada. Y quien crea que sigue siendo libre, es que navega en una bendita inocencia que dudo si sería bueno conservar.