(Firma: Emilio Marín) La grave situación por la que atraviesa España por la pandemia del coronavirus, requiere un esfuerzo de solidaridad y cooperación entre gobierno, oposición, sindicatos y empresarios. Los españoles lo hacen día a día con su “quédate en casa “y con los aplausos de las ocho de la tarde. Con mayor sacrificio, el personal sanitario y otros sectores productivos para mantener los servicios estratégicos. De esta forma los españoles tienen cubiertas sus necesidades. Este Pacto de Estado para Reconstrucción del país debe estar firmado antes de fin de año, dejando fuera la soberbia, la crispación, el enfrentamiento y el cainismo. Sacando de nosotros la grandeza del diálogo y la negociación, reuniéndose una y mil veces en las comisiones que se abran en el Congreso de los Diputados. Los actores de este cambio aportaran propuestas para el debate sin escatimar horarios ni esfuerzos.
Los capítulos donde deberán poner más el acento serán el apoyo a las empresas, pymes y autónomos (algunas ya están en marcha), y la potenciación de los servicios públicos como la sanidad (gravemente afectada por los recortes), la educación, la dependencia, ancianos y especialmente esa renta mínima vital que se anuncia, al objeto de luchar contra la pobreza. Estos son ejes del Estado de Bienestar, como afirma el historiador británico, Tony Judt: “El Estado del Bienestar entraña la protección de la mayoría débil, frente a la minoría fuerte y privilegiada”(Postguerra”)
La solidaridad y la cooperación deben presidir la vida de los españoles. Para ello ese Pacto deberá incidir también, en una política de salarios dignos, calidad institucional y un sistema fiscal más equilibrado. Una batería de medidas muy ambiciosas, pero el momento lo exige y los españoles lo piden. No son unos presupuestos anuales, no hay que mirar el calendario electoral. Van más allá. Sin olvidarnos de los fondos que se habiliten en la Unión Europea para los países afectados por la pandemia, entre ellos, España.
Pero hoy al pasear por Huelva para ir al supermercado, encontramos un paisaje desolador: restaurantes cerrados, cafeterías, el 1900 Bar, las librerías -¡qué tristeza!-, las exposiciones de arte, los conciertos… Un panorama que pronto deseamos que se recupere, aunque habrán de pasar años de ajuste y sacrificio parecido al que conoció el escritor austriaco Stefan Zweig, tras la primera Guerra Mundial : “Europa, nuestra patria, por la que habíamos vivido, seria devastada más allá de nuestras propias vidas. Comenzaba algo diferente, una época nueva, pero ¡cuántos infiernos y purgatorios había que recorrer todavía para llegar a ella” (“El mundo de ayer”).
Saldremos más débiles de esta catástrofe, pero deseo que más unidos.
Y volverán las largas tardes de verano y pasearemos por la Ría entre los chiringuitos, el muelle de la antigua Compañía Rio Tinto y las gaviotas.