(Firma: Federico Soubrier) La situación crítica en que se encuentra Pekín por un nuevo rebrote de coronavirus, en el que ahora los núcleos poblacionales no se aíslan, se sellan, a la vez que se imponen castigos severos para todos aquellos que incumplan las medidas de higiene y seguridad sanitaria, debería hacernos pensar seriamente en aquello de que “cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”.
Creo que a la mayoría nos ha parecido que tras un duro aislamiento, ahora vamos demasiado deprisa con la nueva normalización, aun a riesgo de descarrilar, posiblemente por la presión ejercida por las élites del sector turístico, que no en vano factura sobre el 15% del PIB nacional y emplea casi a tres millones de españoles.
Esas prisas no tienen en cuenta que no somos un país oriental, que según se aprecia, el que no está un poco más relajado, que somos la mayoría, anda de picos pardos sin tener en cuenta distancias, mascarillas o aglomeraciones, con el mero objetivo de recuperar el tiempo perdido lo antes posible, como si le fuera la vida en ello, y le va.
El sector sanitario se me antoja uno de esos batallones que volvía de ganar la guerra, con numerosas bajas, cansado, herido y maltrecho, además de escarmentado, conocedor de cuestiones de dejación administrativa, entre palma y palma, por poner un ejemplo, como que un médico en vanguardia ha podido cobrar la irrisoria cantidad de 1.200 euros mensuales jugándose literalmente la vida, cuando ahora a un recién contratado auxiliar de playa, controlador de temperatura o técnico de desinfección, sin más formación que Estudios Primarios, le abonan 1.900, país de locos, y conste que me alegro por estos últimos, pero por supuesto me pongo en el caso de los primeros.
Desde el punto de vista social, si hubiera un rebrote considerable y en las condiciones económicas que andamos, después de todos los cerditos de barro rotos (nacionales y particulares), a punto de vendernos de nuevo a Bruselas a cambio de ayudas, se podrían adoptar dos medidas, a cual peor, a la americana, a la calle, a inmunizarse y sálvese quien pueda, o a la salvadoreña, salvando las distancias, con un toque de queda contundente en los focos de población afectados, a sabiendas de que el personal no tiene más remedio que salir a ganarse la vida.
La patata caliente entre culpas pasadas y responsabilidades venideras, va de tejado en tejado entre Gobierno Central y autonomías, cada uno de su padre y de su madre, y la casa por barrer. A fin de cuentas, ya lo han dejado casi todo en nuestras manos.
A nosotros solo nos queda, que no es poco, una posible respuesta, distancia de seguridad, higiene y protección, en realidad con un mucho de concienciación y una pizca de sentido común, podemos conseguir mucho más que todos ellos juntos mareando la perdiz, mantener el virus a raya.