(Firma: José Jesús Conde) Hoy me han tachao de señor mayor. Y es que quería introducir, entre las cosas que publico en twitter, una serie de fotos callejeras de todo aquello que tuviera que ver con suciedad, despojos, hallazgos curiosos repletos de mierda, etc. Algo con lo que ilustrar, de vez en cuando, mi humilde cuenta y de esta manera darle un poquito de “color” al asunto. Pero me llega uno de mis nietos, el mayor, y a la vista de la primera instantánea que subo a la red me suelta: “Hombre, abuelo, eso no lo puedes poner. Eso lo ponen los chavales. Es que tú eres ya un señor mayor”.

¡Ya lo dijo el niñito, caramba! Así que cuando uno quiere revivir las “locuras” que hizo en otras épocas, no ha lugar. Porque con la curva de espalda que gasta ya este vejete, lo más seguro es que se vaya de morros al asfalto cada dos por tres. No sé, no estoy muy convencido de los argumentos de este enano que a toda costa me quiere dar boleto para el sorteo de nichos que se hace a diario en el camposanto de mi barrio. ¿Acaso no conservo aún la mente en estado óptimo, según reza mi historial clínico? Pero con la mente no basta, ¿verdad? Que se hacen del todo necesarios los movimientos rítmicos y de precisión extrema para poder vacilar un poco a mi edad, está claro.

Bueno, lo asumo. Mas pongo a dios por testigo, que mientras las luces del coco gris no se me apaguen intentaré colarme en cualquier espacio en donde habiten los poderosos y quemaré mi Fender Stratocaster en homenaje a Hendrix. Bordearé la locura ante las ilustres instituciones recitando a Leopoldo María Panero, y defecaré en cualquiera de las calles adoquinadas de esta olvidada ciudad marinera que dejó de serlo por la avaricia rastrera de quienes manejan los dineros. Será, sin duda, y aunque los huesos me duelan, mi última performance…Por mucho que mi nietecito se lleve las manos a la cabeza, como el emoticono del primate. He dicho.