Nos encontramos justo en una época del año, en pleno verano, en la que el calor eleva las temperaturas de manera que estar dentro de nuestro vehículo resulta prácticamente imposible, salvo que pongamos el aire acondicionado. No obstante, muchas veces no somos conscientes cómo una operación tan sencilla como la de poner el aire acondicionado de cualquier vehículo a tope durante unos minutos, cuando entramos en el mismo y ha estado expuesto al sol durante horas, puede resultar muy peligrosa para nuestro parabrisas, que podría romperse en plena conducción, provocando una situación realmente grave para todos los ocupantes.
Esto es algo que desconocen muchos conductores, que se sorprenden cuando les ocurre algo así. Lo curioso es que el mismo fenómeno de rotura inesperada del parabrisas puede ocurrir justo por lo contrario, por el calentamiento rápido de nuestra luna delantera con el sistema de aire del vehículo en pleno invierno, cuando el cristal ha estado expuesto a temperaturas muy bajas y le ha caído nieve o han aparecido las típicas capas de hielo o escarcha que se crean por condensación del agua durante la madrugada.
En ambos casos la pregunta que siempre asalta al conductor afectado es cómo se ha podido romper el parabrisas si estaba en buenas condiciones. Y la respuesta es que el cristal ha podido sufrir con anterioridad una microrrotura inapreciable, de la que no nos hemos dado cuenta. De ahí que revisar el estado de los cristales del coche, en especial el parabrisas, sea tan importante como mirar el agua, el aceite o la presión de las ruedas. Una microrrotura en el parabrisas puede ser solucionada en minutos por una empresa experta como Carglass; mientras que la rotura de la luna delantera, al margen del coste que pueda suponer o la penalización que se pueda sufrir en el seguro, puede acabar provocando un accidente grave para los ocupantes del vehículo afectado y para el resto de conductores..
Hay dos máximas que aplicar en estos casos: una es que las apariencias engañan, que no siempre lo que a simple vista parece que está bien lo está; y dos, que un cristal que tenga un impacto, por pequeño que sea, casi siempre va a acabar rompiéndose. ¿Cuándo? Eso dependerá del impacto que se haya sufrido, del estrés que sufra el vehículo por el paso de zonas más o menos bacheadas, de la humedad existente, de los cambios bruscos de temperatura o de las grietas que se crean por la fatiga propia de cualquier elemento sólido.
Lo que deben saber todos los conductores es que un impacto, por insignificante que parezca, puede acabar siendo un grave problema. En especial hay que tener cuidado con la gravilla o los chinos que de improviso saltan en plena conducción al ser pisados por las ruedas de otros vehículos, aunque la simple caída de una rama no demasiado pesada puede acabar arañando la luna y afectando al parabrisas de manera grave con el paso del tiempo.
Es por ello que la mejor recomendación que puede hacerse es la de acudir a un taller profesional y experto en lunas, ya que hay métodos en la actualidad que supuran y curan estas ‘heridas’ con total garantía, sin necesidad de cambiar el cristal afectado de manera completa.
Por lo general, siempre que el daño del parabrisas no sea superior a una moneda de dos euros ni se encuentre dentro del área de visión del conductor, se procede a la reparación y no a la sustitución del parabrisas. La técnica más moderna consiste en, usando una herramienta especial, hacer lo que se conoce como vacío donde se encuentra el impacto, de manera que se extrae el aire que se encuentra en el interior de la rotura. Acto seguido se añade resina epoxi de relleno.
El siguiente paso es lograr que la resina epoxi de relleno se seque y endurezca rápidamente, para lo que se aplica una luz ultravioleta durante varios minutos. Una vez la resina se ha secado, se elimina el exceso y se pule la zona afectada para dejar la superficie totalmente lisa.