Reproducimos de manera literal el texto que la Policía Local de Aracena ha subido a Facebook tras actuar ante un aviso de la celebración de un botellón, por su interés informativo y como ejemplo de hasta qué punto algo se debe estar haciendo mal cuando hay jóvenes que no entienden la gravedad de lo que está pasando con la pandemia:
«Decepcionados, consternados, estupefactos… Así acabamos el día de ayer.
Cuando el turno de tarde, ya anochecido, recibió información de la celebración de un botellón realizándose en mitad del campo en el que participaban un numeroso grupo de jóvenes no podían creerlo. Lloviendo, niebla que no dejaba ver a 5 metros, frío… no podía ser.
Se personaron en el lugar, a casi 3 km por caminos del casco urbano y al llegar… la estampida. Multitud de chavales y chavalas que gritaban y corrían despavoridos nada más ver el coche patrulla, cayéndose, rodando monte abajo arrollándose, saltando alambradas de espino…
Tal fue la situación creada que los compañeros ni tan siquiera hicieron intento de seguirlos, para no causar aún más peligro. En un primer momento se limitaron a recoger los numerosos objetos personales que los participantes se habían dejado atrás en su alocada huida: chaquetones, bolsos con carteras, paraguas… y por supuesto las bolsas con bebidas alcohólicas, refrescos, hielos, chucherías, paquetes de vasos de plásticos, bebidas energéticas….
Una vez todo esto recogido, se iniciaron gestiones para evitar lo que en ese momento más preocupaba: que algún chaval, con el miedo de querer escapar y la carrera, se hubiera hecho daño. Que alguno se hubiese desorientado en el monte en la más absoluta oscuridad que reinaba y las penosas circunstancias climatológicas y no volviese a casa esa noche. No estaba el campo como para pasar la noche allí.
Tras innumerables gestiones se empiezan a localizar chavales, rastreando a pie el monte, realizando llamadas telefónicas, monitorizando redes sociales… no paramos hasta asegurarnos que todos durmieron esa noche en casa. Incluso el turno de noche siguió peinando la zona y dándole vueltas al asunto para estar totalmente seguros.
Las sanciones para los chavales (o sus padres en este caso) vendrán, forman parte de nuestro trabajo, pero anoche eran algo totalmente secundario, más que nunca.
Una vez acabado el servicio, nos planteamos: ¿En qué hemos fallado? Creo que todos tenemos responsabilidad en lo acontecido. Las administraciones, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, los centros de enseñanza, los padres, los jóvenes, la sociedad en general… comprendemos perfectamente que la situación no es en absoluto fácil para los jóvenes, que sus instintos y sus hormonas les llevan a socializar y juntarse de esa manera, que no son conscientes de las personas que están sufriendo la enfermedad, de las que están muriendo, de la total ruina económica que todo esto nos está conllevando… no sabemos cómo explicárselo… volvemos a fallar.
No es la primera actuación de este tipo que tenemos, se repite con demasiada frecuencia.
De ahí que hagamos está reflexión, está petición de colaboración para que esto no se repita, y que necesita la implicación de todos. Nosotros seguiremos trabajando para evitarlo, pero sin los padres, sin las administraciones, sin los centros de enseñanza… es obvio que no es posible. Sobre todo nos da mucha pena «tener que estar corriendo» detrás de quinceañeros que huyen de la policía cual delincuentes, y nada más lejos de nuestra voluntad que crear un daño mayor que el que tratamos de evitar en estas acciones».