Mi primer trabajo fue en una pequeña empresa de auditoría. Allí me encargaba, entre otras cosas, de visitar las instalaciones del cliente y someter a la persona responsable a un interminable cuestionario, del que hasta yo terminaba aburrida. Finalmente pedía el organigrama de la empresa para luego, sentada en mi mesa de trabajo, reelaborarlo porque jamás el oficial se correspondía con el real. Un profesor ya me había advertido en la facultad de que si necesitaba información fidedigna de una organización no me fijara en el presidente o en el gerente de la compañía, que tampoco hiciera mucho caso del adulador o del dicharachero, que no me encandilara el que me tenía preparado un café bombón para cuando yo llegara o el que me enterraba en papeles. No, esos no eran de fiar. La persona importante era la que estaba allí sentada, al fondo de las oficinas, la que no elevaba la voz ni llamaba tu atención. Esa era la llave que abría el cofre. Lo que yo necesitaba. Nunca fallaba.
Cuento todo esto porque los que nos dedicamos a la escritura a veces confundimos calidad con popularidad, me gusta con likes, lectores con amigos de Facebook. Y vamos por ahí repartiendo carnet de poetas. Mi querida Ana Patricia Moya se ha preguntado muchas veces como es posible que para presentarse a un concurso sea condición indispensable incluir una foto. Asombra ver como en las fajas de algunos libros ya no aparecen expresiones de críticos más o menos conocidos, sino el número de seguidores en lnstagram. “Más de cien mil seguidores”, dicen. Vamos, como si toda Huelva capital te leyera. Es más, con un poquito de amor propio bien cocinado, somos capaces de creer que esas cuatro ocurrencias son un pedazo de poema por el número de veces que nos pía el pajarillo azul. Poetuit, lo llaman algunos.
En el otro extremo de esta algarabía una tiene la suerte de encontrar libros y autoras como la sevillana María Sanz. “Recado original” es su última publicación, pero María cuenta con una sólida y magnífica trayectoria como poeta. Su biografía literaria está poblada de buenos libros, casi todos premiados: “Tu lumbre ajena”, “Hypnos en la ventana”, “Danaide” o la preciosa recopilación “Ciudad a solas”, que recoge todos los poemas escritos a la ciudad en la que nació y reside.
Leer un libro de María Sanz es como abrir los cajoncillos de un bargueño. Cada palabra, cada verso, cada poema tienen el peso y la medida justa. Nada es excesivo ni estrambótico en sus composiciones. Pero en cada uno de ellos hay una clave, una referencia que te lleva a otro lugar. En “Recado original” escuchamos la trompeta de Chet Baker o el pausado violín de Guillaume Lekeu, vamos de la mano de Leopardi en un maravilloso paseo por Recanati, creemos reconocer a Fermina Daza, nos sumergimos en las aguas de Capri de la mano del guapo de Gandy y entramos en una escena llena de humo y whisky pintada por Jack Vettriano:
En sus maravillosos perdedores
hallas a veces una melodía
idéntica a la voz con que buscabas
algo de amor, algún escalofrío.
En los cuarenta y tres poemas que componen este libro, la autora nos habla del paso del tiempo, ese recado que traemos con nosotros desde el mismo momento de nuestra concepción. María hace repaso de las huellas que el tic tac del reloj va dejando en nosotras: la soledad, el precio por no querer ser una más del rebaño, los desengaños o la invisibilidad que otros confieren a la madurez. Pero también disfruta de la soledad y canta y celebra esa independencia que solo se consigue cuando sabes reconocer lo que no quieres:
Pero si piensas hoy cuántas veces has sido
pensamientos de otros, quizás tu lejanía
se vuelva resplandor sereno, firme.
Especialmente emotivos son los poemas XXXV y XXXVI que, por su disposición, establecen un diálogo memorable sobre la infancia. En el primero la autora nos habla de los niños que nunca tuvo para pasar a rememorar en el segundo su niñez cuando, como dicen sus propios versos, era una “niña mariposa / vistiéndose el mañana como un gozo”.
Ya casi estamos sumergidos en las vacaciones y el tiempo, ese juguete inquieto, nos parecerá que ha pasado demasiado rápido y que septiembre se ha dado demasiada prisa por llegar. Nada permanece en esta hoguera de nuestras vanidades, o quizás sí:
Solo el polvo dorado de los libros
quedará para siempre más allá del silencio.
Así que lean, busquen, desorganicen el organigrama y quédense siempre con aquellas poetas que no tienen carnet ni lo necesitan.
“Recado original”, de María Sanz está publicado por Lastura Ediciones y fue finalista en la modalidad de Poesía en el XXVII Premio «Andalucía» de la Crítica 2021 destinado a reconocer los mejores libros publicados en Andalucía en 2020.
Carmen Ramos.