Moguer ha sido escenario este viernes de dos actividades en torno a la figura del Nobel Juan Ramón Jiménez: por un lado, el develado en la iglesia parroquial de una placa conmemorativa junto a la pila en la que el poeta fue bautizado y, por otro, la incorporación a los fondos de la Fundación Zenobia-JRJ de cinco nuevos cuadros pintados por el autor de Platero.
Juan Ramón Jiménez Mantecón nació en Moguer el 23 de diciembre de 1881, y fue bautizado días más tarde en la parroquia de Ntra. Sra. de la Granada, un acontecimiento que hoy se ha recordado al colocarse junto a la antigua pila bautismal de la parroquia moguereña, una placa conmemorativa que, de alguna manera, pone también en valor como espacio juanramoniano la iglesia arciprestal de Moguer, el mayor templo de toda la provincia.
El alcalde Gustavo Cuéllar, la representante de la familia del Nobel, Carmen Hdez-Pinzón, y el director de la Fundación, Antonio Ramírez, han develado junto al párroco moguereño, José Antonio Omist, la leyenda que recuerda el bautizo del pequeño Juan Ramón, del que se cumplirán en pocos días 143 años.
El acto ha contado también con la asistencia de la directora de la Cátedra Juan Ramón Jiménez de la UHU, Rosa García, la investigadora Soledad González-Ródenas y varios miembros de la corporación local, junto a una representación del alumnado de todos los colegios e institutos moguereño que han leído junto a la pila bautismal varios poemas de Juan Ramón como recuerdo y homenaje al moguereño más universal.
Nuevas pinturas del autor de Platero
Posteriormente las autoridades se han desplazado a la casa-museo del Nobel donde se han presentado cinco nuevos cuadros pintados por Juan Ramón que pasan a engrosar los fondos de su Fundación.
Como todos saben, Juan Ramón quiso ser pintor antes que poeta, algo que el propio autor deja claro en su libro “Ideología”, cuando afirma «Todos los días siento varios ímpetus de pintar y de componer música, y siento que dentro de mí el músico y el pintor se van desarrollando al mismo tiempo que el poeta -tres seres distintos-, aprendiendo más y más y sin pintar ni componer. Y creo que, de ponerme, en el acto esos progresos serían efectivos. Pero me domino, en la seguridad de que la vida es corta aun para una sola cosa y que se corre el peligro de convertirse en un aficionado jeneral a las artes».
En palabras del director de la Fundación del Nobel, Antonio Ramírez Almanza, “sabemos que Juan Ramón, desde muy temprana edad, mostró su interés por todas las artes, cuando ojeaba las revistas literarias de su hermana, o cuando leía los libros que se hallaban en su casa en el rellano de la escalera; e incluso cuando estudiaba bachiller en el puerto de Santa María, y empezaba a coleccionar versos de los más ilustres poetas universales.
Sin embargo, su primera inclinación artística fue la pintura. Convenció a sus padres, cuya voluntad era que estudiara leyes, para aprender este arte en el viejo taller de un pintor costumbrista. Al poco tiempo Juan Ramón descubrió que su camino era otro: “Yo había ido a Sevilla con una ilusión falsa acerca de la pintura: Cuando entré en el estudio del que me designaron maestro, se me cayeron los pinceles del espíritu.”
El Ateneo de Sevilla supuso un hallazgo que condicionará el estilo de vida de Juan Ramón, que a partir de entonces girará en torno a la poesía, su gran vocación. No obstante, en sus pinturas se constata un notable potencial en cuanto al estilo y la técnica empleada.
Sin lugar a dudas, las dos obras más importantes presentadas hoy son los cuadros titulados “Niña de rojo” y “Mujer con mantón de Manila”, unas pinturas que tienen además una interesante historia, ya que la primera, considerada por los especialistas como la mejor obra pictórica del Nobel, se encontraba escondida debajo de la segunda y no se tenía ninguna noticia sobre ella.
Cuando la restauradora María José Parrondo comienza a trabajar sobre “Mujer con mantón de Manila” y extrae de su marco la obra, encuentra bajo el lienzo original la pintura de una niña vestida de rojo, con un semblante serio pero muy realista, y unos deliciosos tonos rojos. Esta segunda pintura estaba además firmada y fechada por Juan Ramón en 1897, lo que supuso tanto para la restauradora como para la propia Fundación del Nobel una gratísima sorpresa, ya que se acababa de descubrir una nueva obra inédita del poeta de Moguer, con una gran calidad artística y un delicioso tratamiento del color y la luz.
Además de estas dos pinturas también se han incorporado a los fondos del organismo juanramoniano dos son preciosas vistas de la finca de Nazaret y un pequeño bodegón con melocotones adquiridos recientemente por la Fundación a su propietario José Alfonso Hernández-Pinzón, vinculado por lazos familiares al poeta.
El sitio de Nazaret formaba parte del paraje y la casa de Fuentepiña en los que Juan Ramón pasó largas temporadas en su infancia y adolescencia, siendo evocado por el poeta en varias de sus obras y, especialmente, en Platero y Yo
En cuanto al cuadro titulado “Melocotones”, fue pintado y firmado por el propio poeta cuando apenas era un adolescente, y representa dos melocotones sobre fondo verde oscuro, una composición muy equilibrada en la que el joven Juan Ramón consigue reproducir el color natural de las frutas modelando y fundiendo los tonos en fresco para crear texturas tremendamente realistas.
Con estas nuevas incorporaciones, la casa museo de Moguer refuerza su compromiso con la conservación y difusión del legado artístico vinculado a Juan Ramón Jiménez.