(Ficha técnica) Dirección: Eduardo Vasco. Iluminación: Miguel Ángel Camacho. Vestuario: Lorenzo Caprile. Escenografía: Carolina González. Composición y adaptación musical: Ángel Galán y Eduardo Vasco. Actores: Arturo Querejeta, Caniel Albaladejo, Jesús Calvo, Francesco Carril, Beatriz Argüello, Fernando Sendino, Maya Reyes, José Ramón Iglesias, Rebeca Hernando, Héctor Carballo y Ángel Galán.
Patio de Armas del Castillo de los Guzmán. Niebla. Aforo: 960 localidades (algo menos de tres cuartos de entrada); 14 de julio, 2012. Acostumbrados como estábamos a los llenos un sábado sí y el otro también en Niebla, esta temporada parece ser que se medita sobremanera eso de coger el teke y abrirse para la ciudad amurallada, comprar entradas, cenar y luego lo que haga falta. Cuando el señor Rajoy, el Rubalcaba y todos los demás tengan a bien dejar de financiar a los sinvergüenzas y en consecuencia dejar de meternos la mano en la cartera, a lo mejor esto se enmienda. De momento no se preocupen en reservar entradas.
(Texto: Bernardo Romero) La Compañía Nacional de Teatro Clásico se mete en el papel de noviembre para ofrecer a la afición un espectáculo de impresión. Shakespeare pugnando por meterse al público en el bolsillo, perdón, en The Globe, con comedias como esta Twelfth Night que se tradujo al español como Noche de Reyes, la última de esas doce jornadas en las que el enredo y la chispa – por cierto, bien trasladada a estos tiempos – juegan con el espectador justamente como lo hace la compañía de teatro, intencionada y eficazmente.
Sin trampa ni cartón parecen decir estos comediantes -curtidos en el teatro clásico -, nada más aparecer en escena. La vida, como propuesta teatral y la historia narrada en consecuencia como lo que apenas es, pero es, un musical que se pasea por el amor, por ese que es dulcísimo motor de la existencia humana. Pero pongamos un poco de orden.
Primero, los actores y como tiene que ser o nosotros nos imaginamos que ha sido, una dirección de actores perfecta: dejar que los profesionales hagan sus papeles, dejarles libres para meterse en la piel de sus personajes hasta el punto que se pasan los cien minutos que dura la función, actuando. Toda una delicia. Y además, actuando bien. Decía don Luís García Berlanga, que todos los premios que le habían dado como director de actores, lo habían sido porque a él no le preocupaba eso en absoluto y siempre dejó a los actores hacer lo que saben hacer, actuar. Nos da en la nariz que Eduardo Vasco, para ser un tan buen director de actores, hace poco menos que lo mismo, deja a sus actores actuar y ahí está el resultado, una pieza teatral en la que los once actores no paran un momento de actuar, de actuar bien hasta cuando se equivocan o se les cae algo de las manos, un grupo de actores felices y contentos sobre el escenario y, en consecuencia, un público disfrutando y entregado a la diversión que, a raudales, les llegaba desde el escenario. Todos se divierten, todos contentos. Quiere decirse que los actores, bien. Muy bien.
Sobre la luz y la escenografía, que en estos magros montajes vienen a ser lo mismo o juegan la una en función de la otra, o viceversa, notamos que contribuyen sobremanera a dotar de agilidad a la obra. Ni un sólo cambio de escenario que interrumpa un ritmo apabullante y dichoso. Se sobreponían los cuadros mientras el espectador sigue una pieza musical o un diálogo que va resolviendo la trama, el enredo. Apenas un piano y un espejo de camerino, más algún utillaje de escena mínimo, han sido suficientes para que Vasco nos lleve a un naufragio, a un castillo o a las mismísimas mazmorras donde pena el burlado Malvolio. La luz, además, apuntaba a otro lugar, al hermoso vestuario de Lorenzo Caprile, elegante y justo en todos los personajes, aunque brillante, sí, en la flor naranja de Feste, pero sobre todo en los vestidos de la condesa Olivia, llevada por el escenario, como si no fueran poco sus vestidos, por la medida interpretación de Rebeca Hernando, otro nombre que brilló con luz propia al lado de los que se relacionan supra y que no vamos a pararnos ahora en detallar uno por uno, entre otras cosas porque nada nuevo vamos a descubrir en nombres sobradamente conocidos y ya reputados, como el veterano Querejeta o Daniel Albaladejo, que como en otras ocasiones, hemos visto como devora a sus personajes para mimetizarlos y asimilarlos. Los actores, creo que no hay que insistir más, muy bien.
Y el final, con música. Hasta con el culo don Andrés dio una nota en su momento justo, sin distorsionar lo más mínimo. Esto también bastaría para anotar otra buena calificación en el haber de la compañía. Un musical que casi no lo es, pero que cuando lo recuerdas lo es. Nunca, que yo sepa, se le ha podido sacar más partido a un piano. Notable Eduardo Vasco y fenomenal Ángel Galán conformando un musical que lo es, pero que parece no ser.
1 comentario en «Noche de Reyes de William Shakespeare: Juego de apariencias»
Enhorabuena, elenco querido. Envidia de aquellos que pudieron disfrutaros anoche (AUnque nosotros, Sanchis en mano, estuvimos en la gloria). La obra es entretenida y sorprendente de principio a fin. Acostumbrados al guapo Daniel A. en el papel de galàn su maestría es fuerza y costumbre, pero ¿y Arturo Q.? ¿quién se lo espera enmascarado en comedia?E. Vasco es sinóni
mo de calidad y acierto. Noviembre, adelante.