(Texto: J. A. Mayo Abargues) La libertad de expresión es una de las bases de los derechos y las libertades democráticas de este país. Hace algunos años, el que escribía corría el riesgo de toparse con la mano negra de la censura o verse entre rejas para el resto de su vida por expresar una opinión. Afortunadamente hoy las cosas han cambiado, aunque en todos los pueblos haya pequeños dictadores dispuestos a utilizar las mismas herramientas del antiguo régimen para aniquilar a todo el que no piensa como ellos. Es la censura de los intolerantes, aquellas personas que se creen dueñas absolutas de la verdad, los que por el hecho de no compartir sus ideas levantan la voz, creando una atmósfera de violencia, y te censuran por sistema, sin pararse a analizar el mensaje que intentas transmitir. El filósofo francés Voltaire, decía sobre la intolerancia: “Lo que no es tolerable es precisamente la intolerancia, el fanatismo, y todo lo que pueda conducir a ello”.
Llevo muchos años en esto y estoy acostumbrado a recibir todo tipo de críticas, e incluso cosas mucho peores, pues empecé hace más de cuarenta años a expresar públicamente mis inquietudes en medios de comunicación provinciales y nacionales, como ABC, El País, El Mundo, o el desaparecido Diario 16. He criticado y denunciado temas muy espinosos que han suscitado una gran polémica.
De todas las críticas se aprende algo, de las positivas y de las negativas, incluso hasta de las que son de carácter claramente destructivo, procedentes del odio y el rencor, porque esas críticas te dan a conocer la identidad de tus enemigos.
Este poema de José Martí, uno de los grandes poetas cubanos del siglo XIX, nos hace reflexionar sobre nuestros enemigos. Tener algunos enemigos significa que alguien muestra interés por nosotros, que nos envidia. Pero además, también nos hace valorar más a nuestros amigos, a esas personas que forman parte de nuestras vidas y que están siempre ahí para ayudarnos. Quien tiene un enemigo, tiene un tesoro.
“Dicen que triste cosa es no tener amigos,
Pero más triste es no tener enemigos.
Porque quien enemigos no tenga, es señal de que no tiene;
Ni talento que haga sombra,
Ni bienes que se le codicien,
Ni carácter que impresione,
Ni valor temido,
Ni honra de la que se murmure,
Ni ninguna cosa buena que se le envidie”. (José Martí)
José Antonio Mayo Abargues