Sombrerazo. Loles López, la alcaldesa de Valverde del Camino, ha acertado. Nombrar a José Antonio Gómez Marín Hijo Predilecto es hacer justicia con las armas que el pueblo ha puesto al alcance de los representantes que libremente eligió el pasado 22 de mayo. Lo que carecía de sentido era lo otro. Es decir, que un escritor, un intelectual, un pensador del nivel y la notoriedad de Gómez Marín no hubiera recibido a estas alturas el reconocimiento del municipio con el que más íntimamente relacionado se ha sentido siempre. De la tierra que ha parido a varias generaciones de su familia. Las raíces de su árbol genealógico valverdeño se hunden hasta el siglo XVI. José Antonio, conocido por sus paisanos como Pepe Gómez, ya era Hijo Predilecto de Valverde aunque ese título no estuviera colgado en su casa entre los muchos otros, incontables, que ha recibido a lo largo de su trayectoria profesional y, por su puesto, personal. Porque la persona también cuenta, no hay que olvidarlo. Ser Hijo Predilecto de un pueblo, por fortuna, no depende de cuatro existencias amargadas que no respetan ni las más elementales normas democráticas. De políticos de tres al cuarto que ni entienden ni saben lo que es la libertad de expresión. Ser Hijo Predilecto de un pueblo se gana día a día. A pulso. A base de mucho estudiar, de mucho aprender, de mucho enseñar, de mucho escribir, de mucho respetar… de mucho sentir. Por eso José Antonio Gómez Marín es un consumado Hijo Predilecto de Valverde. Porque hace años que se ganó la admiración y el cariño de los valverdeños. Lo que ahora ha hecho la alcaldesa es otorgar carta de naturaleza a ese sentimiento colectivo. Sólo el aparato de la secta socialista, la de Mario Jiménez y compañía, se ha quedado al margen. Ellos sabrán, pero hay posiciones que resulta imposible mantener en pie. Quien está de enhorabuena no sólo es la alcaldesa y José Antonio Gómez Marín, es el pueblo de Valverde.