A Rajoy le falta algo más que imagen para ganar unas elecciones. De aquí a noviembre puede perder con facilidad ese puñado de votos que tantísima falta le resulta necesario para asegurarse una mayoría absoluta que le permita poner el carro en marcha sin que le metan palos en las ruedas. Ganar, ganará, pero no será tan aplastante la victoria como se anunciaba hace un mes y como todavía hoy, no ya todas las encuestas, eso sí, se sigue afirmando.
El empeño en que las grandes fortunas no paguen la crisis, dicho sea de la forma más pedagógica posible, le acaba de restar muy probablemente un nuevo golpe de votos. Algo tan evidente como que aquí debemos pagar todos y no sólo los funcionarios y los parados, estos de forma pasiva, claro está, sin ganar un duro, le va a pasar factura al que cada día que pasa es con menos claridad futuro presidente del gobierno español.
Resulta llamativo el débil argumento de Mariano Rajoy en lo que concierne al impuesto sobre el patrimonio. Eso de que no entiende cómo quienes lo acaban de quitar lo vayan a recuperar, tiene narices. Qué quiere el señor Rajoy, que lo apruebe por decreto ley la Mesa de la Ría o la Asociación carnavalera el Choco Contaminao. No, mire usted, lo tendrá que aprobar quienes están gobernando y si quienes están gobernando son los socialistas, pues serán ellos quienes tengan que enmendar lo que fue un error, si es que fue un error, o quienen tengan que asumir el coste electoral que esto suponga, a mi humilde entender, coste favorable, positivo, pues somos muchos quienes pensamos que las grandes fortunas tendrán que apretarse algo el cinturón, por mucho que el cinturón de los ricos sea como para darle la vuelta tres veces al globo terráqueo y un pequeño apretón ni lo sientan siquiera. A pagar todo quisque, o como diría un capataz de palio, tos por iguá valientes.
El segundo argumento que, presionado por la opinión pública, ha desvelado el presidenciable, es el de que castiga al que ahorra y premia al que no ahorra. Anda payá, como diría un valverdeño, pero no se trataba de animar el consumo, de revitalizar el comercio y librar los stocks de pisos y de calabacines, o de lo que sea para salir de esta puñetera crisis.
Pues parece ser que no, que a Rajoy esto de recuperar el impuesto de patrimonio no le mola en absoluto. Las grandes fortunas francesas y alemanas, ya han pedido por activa, no por pasiva, que les suban los impuestos. Ellos saben que ganan más en un país con el mercado animado, que en un país en el que se guarda para cuando no haya y se recicla el papel de periódico para ahorrar con el papel higiénico.
Nada, que a este hombre, el señor Rajoy, parece ser que no le apetece en absoluto gobernar y yo, como muchos, terminaré siguiéndole la corriente. Mientras Rubalcaba, que cada día que pasa es más simpático y convincente, se frota las manos mientras no para de gritar aquello de más maderaaaaa, es la gueeeerra, su contrincante gallego se enroca, motuno, en lo del impuesto del patrimonio y en no se sabe todavía cuantas cosas más que tendremos que ver desde aquí al veinte ene. La de cosas que le falta por sacar a Rubalcaba de la chistera y todavía no ha metido la mano en el sombrero de copa. Rajoy acaba de desperdiciar otra oportunidad y estrellar el cuero en la madera y sabido es que quien tanto perdona acaba perdiendo. Si no, al tiempo.