El flamante presidente de la Diputación Provincial, Ignacio Caraballo, ha llegado a la Diputación con lo que parecen son ideas nuevas y, al menos por estos lares, bastante novedosas. El objetivo que dice tener al presentar un organigrama del equipo de gobierno en el que hay diputados responsables de áreas temáticas y diputados responsables de territorios, no es otro que acercar la Diputación a los pueblos. La intención es loable, que conste, pero también que conste que nos parece va a provocar no pocos problemas de funcionamiento interno.
Este doble organigrama no hace sino burocratizar más la relación entre los ayuntamientos y los diputados responsables de cualquiera de los temas que sean de su competencia. La existencia de un diputado de zona obligará a los alcaldes a dirigirse a éste para expresarle cualquier asunto y será el diputado de zona el que después se tendrá que dirigir al diputado responsable del área temática en cuestión para ver qué se puede o qué no se puede hacer.
¿Cuándo un alcalde quiera tratar un asunto de infraestructuras a quien se dirige? ¿y si es de Cultura, y si es de Bienestar Social…? La respuesta lógica, según esta nueva estructura creada por Caraballo, es al diputado de su zona correspondiente, porque si lo hiciera al diputado de Cultura o de Infraestructura directamente, el diputado de zona dejaría de tener sentido.
No sabemos como va a acabar este invento. Da la impresión de que Caraballo quiere dejar su impronta y a fe que lo va a conseguir, porque los alcaldes pueden acabar hasta el gorro del intermediario y comenzar a puentearlo (sobre todo los propios alcaldes socialistas, por aquello de la confianza) en cuanto vean la menor ocasión para tener línea directa con quien de verdad va a tener la última palabra.
Hablar de acercamiento a los ayuntamientos colocándoles intermediarios no parece que sea lo más lógico. La intención no cuadra con el organigrama. El tener un diputado con un despacho en un pueblo no quiere decir que se vaya a acercar más la Diputación a los alcaldes, sobre todo en un mundo donde existen fórmulas rápidas y modernas de comunicarse. Este invento hace 30 años hasta prodría haber tenido cierto sentido, pero con la red de carreteras existente e internet no hay alcalde que no pueda hablar con un diputado en minutos…, salvo que el diputado en cuestión no quiera ponerse.