Vivimos tiempos convulsos. Propicios para la especulación y la rumorología. Por más que se intenten evitar, ignorar, ocultar, soslayar, camuflar… son cuestiones que están en la calle. ¿Dejará la Alcaldía Pedro Rodríguez? ¿Será nombrado presidente del Puerto? ¿Quién lo sustituirá al frente de la Corporación Municipal? ¿Hombre o mujer? ¿Realmente se encuentra Manuel Andrés González en el ejecutivo que ya prepara Javier Arenas? De momento, lo único claro es que Enrique Pérez Viguera va a tomar posesión como subdelegado del Gobierno este miércoles en Sevilla. Lo demás puede ser que sí o que no. Y, por supuesto, todo depende de que el PP consiga la mayoría absoluta el domingo 25 de marzo.

Sinceramente pienso que tanta incontenencia verbal como la que se detecta en estos días es normal en la antesala de un cambio histórico. Responde a los movimientos lógicos y naturales que se dan en un partido cuando se encuentra a punto de acceder al poder por primera vez, como todo apunta que va a ocurrir en Andalucía. No me sorprende. A mi, en serio, lo que me sorprende es lo que está ocurriendo en el partido de enfrente, en el PSOE de Huelva, cuyos dirigentes, si es que existe más de uno, en lugar de enderezar el timón parecen empeñados en hundir la nave. El último hachazo en la cubierta lo han dado con el nombramiento de Jesús Fernández Ferrera como secretario de Organización.

Supongo que a la mayoría de ustedes ni le sonará el nombre. Pues bien, es teniente de alcalde en el Ayuntamiento de Punta Umbría y manijero de Gonzalo Rodríguez Nevado. Es decir, el concejal que siempre está a mano para desatascar las cañerías. Su perfil, para que se hagan una idea, es más o menos el mismo de Mario Jiménez, su mentor, pero a peor: joven amamantado por el aparato que no ha conocido en su vida más calor que el de las siglas socialistas. Carece de formación política -y dudo que tenga ideología alguna-, experto en el insulto y con una ambición sin límites.

La ‘dirección provincial’ vuelve a repetir la jugada: en lugar de recurrir a las personas preparadas que militan en el partido, hombres y mujeres -convencidos socialistas- que podrían sacar al PSOE del pozo donde lo ha metido Mario Jiménez, tira de los más fanáticos y sectarios, de los integristas, como si esa fuera la solución. Y si a eso se le añade la bronca que tienen montada a cuenta de la lista -la última oportunidad de agarrarse al pesebre-, el cuadro está completo. La descomposición, como ustedes entederán, es total. En plan Costa Concordia: sálvese quien pueda.