Cuando el gobierno habla de una caída calculada del PIB del 0,5% en el proyecto de Presupuesto Generales para 213, es consciente de no decir la verdad y si lo digo no es porque yo sepa mucho de economía –nada más lejos de la realidad-, sino por la observación estadística en la dación de previsiones gubernamentales en los últimos años. Entrevistando al diputado popular en el Congreso y alcalde de Palos de la Frontera, Carmelo Romero en la Lupa, este contesta que es verdad que os cálculos a veces no se cumplen y que eso está dentro de la normalidad. Pero, entonces ¿por qué tanto maquillaje cuando los gobiernos corrigen al alza no una, sino más veces, esos cálculos a lo largo del año?
Reconozco que uno de los grandes desengaños que me he llevado con este gobierno es el de los usos. Esperaba un cambio más allá del talante inútil que propuso Zapatero. Esperaba el cambio en las formas, convencido como estada de que esas convenciones son la manera adecuada en la que hay que actuar y en la fe de que ese sería también el pensamiento del gobierno Rajoy. Pero no, esa afirmación de que al administrado siempre se le diría la verdad, ha resultado absolutamente ficticia.
El presidente del gobierno –esa es mi impresión-, es serio para sus cosas, incluidas las cosas políticas. Pero además es distante, adusto o seco y mantiene una relación con el ciudadano que produce incertidumbre porque se ignora qué cosas piensa hacer y cuándo las llevará a cabo. Me temo que es creencia general que en realidad no sabe por dónde va a tener que tirar y que espera a que los acontecimientos acontezcan para después actuar, generalmente con las malas maneras que traen el nerviosismo y la imprevisión. Mariano Rajoy es un político que desde mi punto de vista, carece de nervio político y que vive en un angustioso mar de dudas. Estoy convencido de que el líder de la derecha estaba convencido de que con la batería de medidas que llevaba preparada y que aplicó al principio de la legislatura, “el desierto florecería como la rosa” y los mercados perdonarían la vida a España. Pero como no fue así y como las cuentas no le cuadraron, se arrojó a los brazos de Ángela Merckel que le señaló obsesión en reducir el déficit aunque se lleve a una o varias generaciones por delante, obra que ya comenzara Rodríguez Zapatero en sus diferentes y cada vez peores gobiernos (impericia + radicalismo demodé). El pavor de Rajoy, unido a los intereses políticos de los barones territoriales del PP, a reducir el Estado al mínimo posible y deseable, desangra nuestra economía día a día.
Cuando en los últimos tiempos Rajoy prometió que acometería reformas que promoviesen el crecimiento y la creación de empleo, tampoco se lo creyó, porque en su fuero interno piensa que la reforma laboral llevada a cabo por Fátima Báñez incitará a la creación de empleo barato y de baja calidad pronto, aunque todo hace presagiar que también ahí yerra. Además, Rajoy ha tenido la mala suerte también de que en estos momentos la Merckel es la única líder indiscutible en la UE, sobretodo porque Hollande, el recién elegido presidente francés, carece totalmente de autoridad dentro de la Unión, quizás porque, además de su débil carácter, está más preocupado en cómo llevar a cabo algunas de las promesas populistas que realizó durante la campaña electoral que en ser decisivo en el diseño de las políticas europeas. Estas razones y otras muchas más son, seguramente, las que han llevado al diez por ciento de sus electores a abandonarle e ir dejándole en una situación de desconfianza generalizada.
1 comentario en «EL LABERINTO
Desconfianza
[Javier Berrio]»
Si el Sr. Berrio fura el magnífico e irrepetible pintor de Fuendetodos, D. Francisco de Goya y Lucientes, tendría que ilustrarnos con un cuadro parecido al famoso «Jugando a la Gallinita Ciega», pero en vez de rodear a la persona que hace de «galliita ciega» otros alegres mozos, tendría que poner problemas que le rodean y se van topando con el egregio jugador de ojos tapados Sr. Rajoy. Según fuese encontrándose un problema, éste le preguntría a Rajoy: «¿Sabes que problema soy? ¿Y a que no aciertas a resolverme?, y así una y otra vez. Creo que es el juego favorito en Moncloa, particularmente los viernes, donde los problemas se encarnan a través de cada Ministro. En Moncloa no se comen la famosa tortilla tal y como lo hicieron los entonces jóvenes Alfonso Guerra y Felipe González. Como los del PP tienen fama de cursis, se están comiendo «el marrón», pero ojito, se están comiendo «el marrón glassé» adornado de coche oficial y opíparos sueldos, eso sí, algo menores que ZP, por aquello de la austeridad.
Y por los mentideros de la comunicación resuena el redoble del tambor del Rescate y nosotros a verlas venir.
¿Verdad que sí, Sr. Berrio?