Escucho a mis conciudadanos de Huelva defender con acento sañudo la eliminación de la Diputación. Alguno me corregirá y precisará: “la diputación, no, las diputaciones”. Admitiré el matiz pero no variaré ni una coma del mensaje. La diputación. Y si concreto la de Huelva, más fino hilaré mi discurso.
La administración psoecialista de este organismo provincial ha sido tan descaradamente vergonzosa que el enojo ciego se dirige contra sus presidentes con intenciones rencorosas y crueles. Pocas veces un político ha instrumentado una institución para ponerla a los pies del partido en vez de convertirla en una fuente de servicio a los ciudadanos. Con todo, la máxima expresión de la ignominia gobernante hay que atribuirla a la actual senadora y recién descabalgada responsable del ente, doña Petronila. El Hotel París constituye uno de los hitos de la corrupción administrativas en la historia de Huelva. No de la historia democrática, no. De la historia de Huelva.
Desaparecida la señora Guerrero, en buena hora, la escuela de base de sus conmilitones marca de por vida. Las tácticas y las consignas se incrustan a fuego en el cerebro y en el bolsillo de los dirigentes. Todo lo que no se ajuste al mandato proveniente del chalet del Conquero, está condenado al ostracismo del poder. A tal extremo llega la inmundicia, que la propia Cámara de Cuentas de Andalucía, nada sospechosa de plegarse a intereses externos, asegura que la Diputación de Huelva es la “única que ha incumplido la obligación legal” (sic) de rendición de cuentas del año 2010. La única. La de Huelva. Regida, no puede ser de otra forma, por una coalición de intereses benaventinos integrada por el Psoe de Mario Jiménez y por la IU del eje Sánchez Rufo-Valderas. Un ejemplo antidemocrático de opacidad, ilegalidad y subjetividad.
Pero a fuer de impresentables, el diputado gallego del PP, señor Castelao. Al menos éste ha dimitido. El hasta ahora presidente del Consejo General de la Ciudadanía en el Exterior ha hecho unas declaraciones que ponen de relieve hasta qué punto ciertos políticos llenan de escoria los principios de una sociedad libre e igualitaria. Las leyes, como las mujeres, están para violarlas, ha dicho. Se necesita ser desalmado no ya para expresar en voz alta una barbaridad de tal calibre. Simplemente con pensarlo ya nos muestra el interior cochambroso que le anima. A los mandamases del Pp nacional les ha faltado, una vez más, y van no sé cuántas, reflejo para destituir a este señor que ahora se desdice de lo que efectivamente pronunció y lamenta que se malinterprete unas palabras que, literalmente, salieron de su boca.
Entre este ataque a lo más sagrado y los exabruptos lanzados por un diputado nacional a un juez de la Audiencia, la vida política se mueve en terrenos de suburbano sin metro y los referentes de la ciudadanía se transforman en máquinas de improperios y de marranadas.
Impresentables. Estoy a la espera de que el señor Hernando pida perdón y se vaya con viento fresco. Castelao, mejor tarde que nunca, ya se largó. Caraballo, presidente de la diputación de Huelva, sigue manifestándose a pesar del varapalo de la Cámara de Cuentas. La decadencia de la clase política es, en realidad, el batacazo de una casta de políticos que ensucian el discurrir democrático de nuestra sociedad.
Lo dicho. Impresentables. Desagradables. Sucios.
3 comentarios en «TERETES
Impresentables
[Paco Velasco]»
El señor juan antonio no se presenta. O es un impresentable o le da vergüenza presentarse.
Lo que nos relata aquí Paco Velasco, aparte de auténtico, no deja de ser patético. Cada día renace el espíritu de Valle-Inclán, manco como Cervantes, el autor del Quijote, en Lepanto. El autor gallego, en una disputa con adversarios de pensamiento (por lo que después se pudo ver, también adversarios de palabra y «obra»).
Y ya que he viajado hasta nuestra Edad de Oro, he vuelto a encontrarme con los mismos pícaros, que como el Lararillo de Tormes, deambulan por esas Instituciones otrora del Rey, medrando por pasillos y despachos, ora aquí me postulo para un «carguete» ora «pido para un amiguete».
Y las cuentas a mi Señor, serán como las que diera El Gran Capitán, Gonzalo de Córdoba, o mejor no, no las doy y punto.
Pues es sabido que desde El Punto
de Huelva, hasta el Hotel París
pasando por su despacho en un tris
no dará cuentas el Valido, del asunto.
De quién recibiera el poder, hoy es difunto
en cargos de Palacio, como el grano de anís
me importa, y sí por mi origen, los raviolis,
los espaguetis y jamón(en luso presunto)
Y a vivir bien, que son dos días esta vida
las cuentas no me salen, ni las verán todavía
pues creo yo, que pasando el tiempo, se olvida
Si lo sabré yo, y lo sabrá toda la Gran Vía
y la Plaza de las Monjas, donde alguien hizo pis,
palabra mojigata, que se fue a no sé, y casi me la lía
Tú sí que ensucias con tu verborrea el normal discurrir de la ciudad.