(Texto: Bernardo Romero) .XXXVIII Edición del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva. NI UN HOMBRE MÁS. Argentina, 2012. 83′
Director: Martín Salinas. Guión: Martín Salinas. Montaje: Lucas di Primio. Fotografía: Marcelo Iaccarino. Música: Alejandro Franoy. Sonido: Sebastián González. Director de Arte: Graciela Oderigo. Intérpretes: Valeria Bertuccelli, Martín Piroyansky, Luís Ziembrowski, Emme, Juan Minujín, Germán da Silva y Vanesa Weinberg. Productora: Tarea Fina y Travesía Producciones.
Debe ser absolutamente genial y gratificante hacer tu opera prima, ir a un país que no es el tuyo y comprobar en la sala como el personal se desternilla de la risa. Eso le ha ocurrido a Martín Salinas, que la gente se divirtió enormemente con su ocurrencia, con esa historia hilarante y extravagante que tiene sentido en sí misma, sin nudo ni desenlace, sino en toda su presentación, porque presentación al fin y al cabo es esta cinta en la que el realizador nos ofrece su visión de cómo somos y hasta donde pueden llegar los despropósitos en que nos podemos ver envueltos alguna vez. O todas.
Podrán ustedes pensar que todos nos metemos en líos tan tremebundos como los que nos narra con sobrada pericia el cineasta argentino. Pero no, en absoluto. No nos metemos en esos líos porque cuando ocurren simplemente no estamos allí, sino en otro lado. En casa viendo las noticias en el televisor, o en el trabajo empeñado en terminar de arreglar un informe que debería estar terminado ayer, o discutiendo con los niños por las notas que nos traen del colegio. Por eso no nos pasan esas cosas, porque no estamos ahí. Si estuviéramos, seguro que responderíamos como los personajes tan variopintos que Martín Salinas nos pone delante de las narices y que resulta que somos nosotros mismos. Por eso nos reímos a mandíbula batiente, porque nos vemos allí, metidos en esa historia, reflejados en esos trazos tan firmes que nos dibuja el realizador y no hay nada mejor que reírse de uno mismo. Ahí está el éxito de la película, por lo demás bien narrada y bien dirigida, con buena fotografía y con buena dirección artística. Llegados a este punto, después de estar casi hora y media riéndote y pasándotelo en grande, sólo queda agradecer a todos los que hicieron esta película que lo hayan hecho tan bien para que nosotros, que hemos estado entusiasmados viéndonos reflejados en el espejo que es la pantalla, nos lo hayamos pasado muy seguramente mejor que ellos. Y ellos, no lo sé, pero me lo imagino, se lo habrán pasado en grande.
Qué actuaciones, qué actorazos y que genialidad en el guión. Sólo algo nos faltó a los espectadores: más metraje para reírnos más todavía. O quizás no, puede que el maestro Salinas (dónde coño estaba este tío que no había hecho más genialidades antes que esta) haya sabido medir los tiempos hasta percatarse de que ya todo estaba dicho y en el tremendo final sobraban más explicaciones. Algo debería dejar para nosotros y nos dejó en la imaginación todo lo demás. Bueno, todo no, metió al convento en el ajo cuando toda la platea estaba con una sonrisa de oreja a oreja empezando a colocarse la chaqueta o el blusón. Qué historia. Qué película. Si no la han visto, anoten: Ni Un Hombre Más. Pero ni uno sólo. Servidor desde luego, no necesita ya ni a un personaje más para pasar hora y media deliciosa encontrándose con ese cine que tan difícil es de hacer y de convencer, la comedia, la pura comedia. Si no la pueden ver, no se apuren, puede que regrese a las salas comerciales. Esta cinta no debe quedarse sólo en la plataforma de los festivales. Debe saltar desde ella a todas las salas. El público, de vez en cuando, necesita encontrarse con estos disparates tan bien contados y tan bien realizados. Encontrarnos con nosotros mismos allí perfectamente retratados. Cómo somos y, oigan: qué película. La monda.