Si se acercan ustedes a los datos de ocupación por sectores de la población española, encontrarán que los ocupados dedicados al sector terciario, al de los servicios que es como suele denominarse, se encuentra en torno al 70%. Quiere esto decir que de los españoles que actualmente están currando, siete de cada diez lo hace en este sector: camareros, barrenderos, profesores de instituto, policías municipales, bomberos, enfermeras, carteros y todo lo que se les ocurra pensar. España es un país con una economía muy terciarizada, como corresponde a un país del primer mundo, a un país rico.
El sector secundario presenta unas cifras relativamente modestas, pues está más o menos en un quince por ciento de la población ocupada. Ojo, que la población ocupada no es la activa, pues en la activa están los que curran y los que están haciendo cola en la oficina del paro también. El sector primario, pesca, agricultura y actividades forestales, apenas ocupa a un tres por ciento de la población, pero en todo caso España es de los que incluyen a más población ocupada en este sector en toda la Unión Europea. La construcción, que se suele atender de manera separada por sus especiales características, es en España, incluso con la que está cayendo, un sector con unos números que sitúan a España entre los países europeos con más trabajadores metidos en lo del ladrillo, alrededor del ocho por ciento de los trabajadores ocupados en España. Un último apunte y ya les cuento: en España, un país muy terciarizado como les decía, el número de funcionarios es entre la población ocupada sensiblemente alto, pues es un país que se encuentra entre los más dotados con servicios o con una mayor calidad de vida, nivel de vida o como quieran llamarle ustedes. Es un país con un número importante de funcionarios, aunque no tanto como Alemania, por poner un ejemplo que erróneamente se pone al contrario siempre en las redes sociales, donde como sabrán ustedes que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. De hecho en Alemania hay un funcionario público por cada 13,66 habitantes, mientras que en España la relación es de un funcionario por cada 15,02 -podríamos poner otros ejemplos más significativos, como el de Dinamarca, con un funcionario público por cada 5,82 habitantes -. Pero no nos desviemos del lugar al que quiero ir, y que no es precisamente desmontar los argumentos falsos que corren como las liebres por esas redes sociales y hasta por las tertulias televisivas más populares. No, a lo que quiero ir es al empeño del gobierno de la nación y otros por el estilo, el andaluz sin ir más lejos, que están convencidos de que reduciendo el sueldo a los funcionarios públicos arreglan todo el tinglado este de la crisis que han liado los bancos, los constructores, los políticos y la madre que los parió a todos juntos. Quiero hacerles ver a ustedes, a la clase política es imposible como comprenderán o como observarán en la leve aunque persistente caída que suelen presentar estos sujetos en el labio inferior o el inquietante brillo de las babas apenas disimulado en la comisura de esos mismos labios. No, sólo pretendo que ustedes entiendan que la reducción del sueldo a los funcionarios públicos, una parte importante de la población ocupada, no activa, sino ocupada, quiere decirse con nómina, ha provocado una caída significativa aunque no suficiente ni científicamente cuantificada aún – vamos, que yo sepa -del consumo, algo que deberá recuperarse para que lo haga la economía española que tan malita está y que no tiene pinta de que se esté recuperando o al menos no tanto como creen algunos. Oiga, ¿que los números cada vez son mejores?, pues sí, pero falta este detallito del consumo para que la economía española crezca lo suficiente como para que se pueda crear empleo, y entonces habrá menos trabajadores a los que atender con prestaciones, y más contribuyendo al fortalecimiento del erario público. Así de fácil.
Dicho de otra forma, o vayamos por partes como diría Jack, si de la nómina de un funcionario público, después de las dos últimas bajadas de sueldo, el banco se queda con el 60% aproximadamente por la cosa de la hipoteca, la letra del coche, los seguros y otros fijos, nos queda un 40% que va a parar a las compañías de telecomunicación, energéticas y otros listos que se están poniendo las botas en estos tiempos tan curiosos de recesión y tente tieso. Una pequeña parte queda para comprar el pan con manteca colorá, media cuarta de pijotas que sean grandecitas y un pollo para celebrar el domingo el santo del niño. Se acabó. Todo esto no se puede quitar de la nómina. Entonces, ¿qué se ha quitado? Pues mi alma, a los funcionarios españoles les han quitado de la nómina la entrada del cine, la cervecita con la parienta, el pantalón molón y ceñido de la niña, una lámpara nueva para el salón, el traje de baño para la señora que parece que está cada temporada más metiíta en carnes, y cosas por el estilo: consumo.
Ea, pues ya está, eso es lo que quería contarles. Si alguno de ustedes conoce por casualidad a don Mariano, el que manda en todo esto, díganle que conocen una manera de reactivar el consumo y por ende la economía. Si conocen al Griñán, no le digan ná, que una cosa es perder el tiempo y otra hacer el gilipollas, que ya lo estamos haciendo bastante.