Como el conjunto de Andalucía, irredenta en su apuesta por el socialismo o el social-comunismo, Huelva capital se ha decidido por un modelo de gobierno centrado en la persona del alcalde, una política de crecimiento que coincidió con la burbuja inmobiliaria y con un estilo populista centrado en las tradiciones y en lo puramente local. Para un equipo de gobierno prácticamente inalterado en 18 años, no parecen existir ni el mundo exterior ni estrictamente los ciudadanos, sino una masa que ellos han tratado de manejar con el viejo método del estímulo-reflejo de Pavlov.
Ni la oposición socialista ni la comunista de IU han sabido contraponer ni argumentos ni personas convincentes para el electorado onubense y la recién incorporada Mesa de la Ría se ha constituido en toda una decepción por sus disensiones internas y por su inoperancia. Y todos juntos han sido capaces del llevar a la sociedad onubense a la apatía, el desengaño y la abstención en los comicios electorales. Los más jóvenes, criados en unas ideas más hedonistas, por un lado, y desposeídos de compromisos y esperanzas, han abandonado las urnas si es que alguna vez las han empleado. Ellos han conocido el sistema del 78 desde que nacieron y dan por hecho que, voten o no, los que gobiernen van a hacer más de lo mismo y la ciudad de Huelva, abandonada a su propia suerte, se les antoja en una situación insalvable, incrustada en sus propios muros mentales o, sencillamente, ni se han parado a pensar en la posibilidad de un cambio que sin su aportación, difícilmente se podrá producir.
Huelva vive su particular laberinto y consiste en cambiar la gobernación de la ciudad dándosela a nuevas manos e ideas. No es una cuestión de edad o de procedencias políticas, sino de conciencia de ciudadanos permeables a los problemas de la tierra en la que nacieron o en la que desarrollan sus vidas. La ética, la honradez en la gestión y la publicidad de dicha gestión es clave para que la ciudad comience a caminar de nuevo, aún en tan penosas y difíciles circunstancias. Para salir de ese personal laberinto, Huelva precisa de una nueva fuerza capaz de canalizar las energías ciudadanas hacia el bien superior de administrar la ciudad bajo el mandato ciudadano, primero desde una nueva formación que sea capaz de generar el deseo de cambio entre las conciencias adormecidas de tantos adultos y en la desesperanzada de los jóvenes y después, entrando en el consistorio para cambiar el gobierno municipal hacia los ideales de una administración limpia y controlable, gobernando por y para los ciudadanos y la ciudad misma. Llevando tanto tiempo en la vida de la ciudad, sigo dispuesto a no interrumpir mi camino y a participar en el cambio que tanto necesita.
No es una cuestión de desalojar a los que administran desde el acomodo de sus poltronas y sus emolumentos muy saneados en el pensamiento de que el puesto les pertenece, para que otros con similares ideas o tendencias les sustituyan. Es cierto que Huelva necesita otro modelo de ciudad, pero antes de eso estará ver en qué estado nos dejan los que se tienen que ir y qué se puede hacer a partir de ahí desde un programa regeneracionista y de limpieza política y moral. Así mismo resulta esencial decir a los ciudadanos cómo puede el ayuntamiento coadyuvar a bajar el desempleo en el municipio y hasta dónde se traen nuevas ideas para la producción en la ciudad de los dos ríos.
Además, habrá que elevar la calidad democrática y participativa y no olvidar que para economizar, habrá que partir del ejemplo de los mismos cargos electos. No quisiera terminar mi laberinto onubense sin ver a la ciudad abandonar el suyo, manteniéndose fiel a las cosas que le son inherentes, pero abriendo las puertas a las aportaciones que desde fuera impulsan el mundo por caminos de innovación e intercomunicación. La vida no termina en la plaza de las Monjas o el la Merced, ni tampoco lo hace en cualquiera de nuestros barrios hoy tan abandonados. Recomponer la atención a todos los rincones de la ciudad resulta elemental, pero hacer crecer la idea que los ciudadanos tienen de nuestro propio municipio, también. Pero para eso se necesita una nueva ilusión, la idea clara de que otra ciudad es posible y de cómo, con la colaboración de todos, se podrá podrá materializar.
2 comentarios en «EL LABERINTO.
La apuesta onubense.
[Javier Berrio]»
Estimado Javier.
No se que causas pueden haber propiciado el lapsus que manifiestas en tu artículo con respecto a la Mesa de la Ría.
No voy a entrar en tus consideraciones sobre los otros partidos, no por eludir el debate, pues sería animadísimo y seguro que en el habría puntos de concordancia. Así como en lo que se refiere a «otro modelo de ciudad» (Por cierto, lema que es nuestro), tema absolutamente imprescindible para cualquier persona en Huelva con un mínimo de sentido cívico.
Me limito por ahora a recordarte que, a pesar de esas desavenencias internas, que aludes, que las hubo, y que fueron un ligero escollo, lógico por otra parte, dado el bisonhismo de una organización que entraba en el mundo de la política (profesional) donde el personal va con colmillos. Una vez resuelto esto, la Mesa ha trabajado con denuedo y honradez, como ha hecho siempre, de ahí nuestra credibilidad, y ha conseguido resolver problemas de bastante dimensión, algunos de ellos a instancias de la ciudadanía que acudía a nosotros demandando ayuda.
No es el momento de enumerar estos logros, sólo quiero decirte que has sido injusto con nosotros, obviando nustros esfuerzos, que como grupo limitado en cuanto a recursos y poder, tienen un doble mérito.
Nos encantaría poder debatir esto ante tus oyentes y explicar con mas detalle los resultados de nuestro trabajo.
Un saludo cordial
Aurelio González. Presidente de la Mesa de la Ría de Huelva.
Hablar de inoperancia en el caso de la Mesa de la Ría me parece excesivo a un grupo político que tiene un sólo concejal en un Ayuntamiento con mayoría absoluta del PP. Con esta situación mucho más no se puede hacer. A quien hay que exigirles responsabilidades es a quienes gobiernan.