A toro pasado, como me gusta realizar los análisis, lejos del fragor de las proclamas generales, el día 25 se celebró la el Día Internacional contra la Violencia de Género. Es una efemérides para recordar, para hacer examen de conciencia y para rearmarnoz en la causa de los derechos civiles. Primero, la igualdad en esos derechos de todas las personas sin atender a sexo, orientación sexual, raza, religión, posicionamientos éticos o filosóficos, etc. O sea, la igualdad efectiva desde el punto de vista legal de todos los seres humanos. Entendiendo, eso sí, que la igualdad legal no es garantía de la igualdad social, porque aún enfrentamos pensamientos y posicionamientos que difícilmente son miscibles con la necesaria igualdad de todos.
En función de esos credos, educaciones trasnochas, ideas de ascendencia o ascendencias reales desde lo económico o social y también por causa de enfermedades adictivas, hay mujeres maltratadas en el ámbito de la familia o en el ámbito profesional. Los casos de maltrato siguen siendo numerosos e igualmente repugnantes porque siguen probando que hay hombres que ejerce su superioridad física sobre la mujer y las somete a vejaciones tanto físicas como morales o psíquicas. Esto tiene que parar, pero de ningún modo llegaremos a un mundo el el que el ejercicio de esos malos tratos sean anécdota si no se empieza en la educción en las tesis de igualdad real y en la idea de que un matrimonio o una relación de pareja es un acuerdo entre iguales y que no supone el sometimiento voluntario de una de las partes a otra. El hogar también debe ser fuente de este tipo de educación desde la práctica sana de ese principio de paridad; la legislación por su parte, debe cerrar el cerco a los maltratadores haciendo real el alejamiento del agresor de la agredida y del conjunto de la sociedad con penas de prisión severas en las que puedan ser reeducados para la convivencia. Pero insisto, nada de esto va a ser posible sin la asunción de todos del principio de igualdad real y efectiva y del correctivo a aquellos que no respeten ese principio sagrado con cualquier otra persona.
Huelva, que suele ser tan dejada en la defensa de los derechos propios y colectivos, tiene sin embargo personas que trabajan por esa igualdad y por la defensa de esos derechos desde asociaciones o desde la misma práctica profesional, como es el caso de Ramiro Guinea. Es justo traer a colación hoy a este onubense porque que está dedicando tiempo, ideas y energías a favor del trato igualitario y justo a la mujer en todos los espacios y es claro defensor de su causa en los casos de violencia de género. Ramiro Guinea es abogado, comentarista político y vocal de la subcomisión de violencia contra la mujer del Consejo General de la Abogacía. Participó en octubre de 2013 en el Encuentro de Violencia del Consejo de la Abogacía y en las Jornadas de ICA Huelva y en noviembre del año anterior, en las jornadas IAM entre otras muchas actividades. Él es de las personas implicadas en actividades que piensa justas y así el 20 de noviembre organizó la manifestación contra las tasas judiciales la ciudad de Huelva.
La violencia de género, que se da en todos los sectores sociales al margen de su capacidad financiera, es especialmente dura donde existe el desempleo o la penuria económica. Por eso, unir ambas luchas no es baladí, y en el caso de Guinea la opción parece clara. Creo que debemos nuestro agradecimiento al abogado onubense por estar inserto en estas causas y la mujer objeto de violencia de género debe hacerlo especialmente porque en Guinea encuentra el apoyo y la ayuda que necesita en una pelea de difícil solución final.
1 comentario en «EL LABERINTO.
Violencia de género.
[Javier Berrio]»
Pudiéramos pensar que la generación de los hombre con más de treinta años, es decir, un 50% del sexo masculino, son una causa semi perdida, pues se han criado en un ambiente muy machista que subsiste más acervado entre sus mayores; cosa que no implica forzosamente que actúen de forma perennemente machista. Pero lo que si debería esta sociedad evitar por todos los medios a su alcance, es que las generaciones jóvenes se estén comportando cada día más machistas que sus padres y abuelos, e incluso utilicen cierta violencia con sus jóvenes parejas. Unas clases de igualdad en sus aulas les vendría a todos muy bien. Y unas clases de respeto hacía el otro@ les vendría aún mejor.