No hay que ser un genio para acertar. Aprovechando la pacífica marcha de la dignidad, entre los corderos avanzaban, infiltrados, los lobos. Las fieras salvajes de la ultraizquierda. Los vampiros chupasangres del independentismo radical. Las hienas sonrientes de la destrucción del sistema democrático. No es preciso mostrar credenciales de prospectiva ni salvoconductos de nostradamus de tres al cuarto. Con leer y
escuchar un poco y reflexionar una “mica”, basta.
Quienes no vivimos los prolegómenos de la guerra civil española, podíamos maliciarnos los sucesos miserables que los españoles padecieron. De la imaginación al hecho, hay un trecho. Este trecho se ha evaporado con las imágenes de los telediarios. A pedradas, a palos y a patadas. Los guerrilleros del mal han escenificado un ataque premeditado y brutal contra los agentes de la ley. De la Ley. Agresiones violentas propias del sicario más desalmado. Y no son de derechas ni de ultraderecha. Pertenecen a la ultraizquierda más belicosa que existe.
Una ultraizquierda que se escuda, cobarde y facinerosa, entre la multitud de españolitos que reclaman, de forma noble,
pacífica y loable, sus derechos y sus libertades. Entre los caminantes de la dignidad, los corredores de la bomba. Decenas de policías han sufrido el ataque de estos cafres. La justicia debe hacer, a partir de ahora, su trabajo. Al pie de la letra y a la cabeza del espíritu. Sin pedraces justicieros ni garzonitas estrellados. Código en la derecha, lecrim en la izquierda y constitución al frente.
Con todo respeto, con las mayores garantías pero con la firmeza innegociable. No cabe sino actuar con la severidad de las normas. Antes de que las calles se conviertan en territorios de guerra.
La libertad general se mide por las libertades de cada ciudadano. So pena de emergencia social y de estado de excepción. Demasiada leña seca se acumula en los campos y ciudades para que se permita el uso de bengalas, mecheritos y cerillas. Demasiado sufrimiento y demasiada pobreza están padeciendo millones de compatriotas como para permitir atrocidades de estos golfos. La justicia social pasa por el respeto a la gente.
Algunos no quieren democracia. La dictadura les es más grata. A esta “partía de c.” hay que vigilarla de cerca. De muy
cerca. Está en juego nuestra paz. Nuestra vida.