Cuando pisamos por primera vez una ciudad, aunque tan solo sea durante un fin de semana, y visitamos con ilusión algunos de sus atractivos turísticos más característicos, nos hacemos una idea aproximada de ella. Tener ciertas nociones sobre su dimensión, su clima, sus arquitecturas más emblemáticas, sus parques y sus museos, también ayuda. Sin embargo, yo opino que lo más apropiado y ameno para entenderlas con cierta precisión es observar atentamente la infinidad de diseños y ritmos de sus calles. Digo esto ya que la mayoría de nuestras ciudades (me refiero a las europeas) tienen características similares: catedrales, aeropuertos, estaciones de tren, salas de conciertos, comercios, museos… Por eso, insisto, lo esencial para vislumbrar correctamente una ciudad es conocer bien las tipologías de sus calles y plazas; sus detalles son los que realmente marcan la diferencia. Observar los rostros de sus ciudadanos y apreciar lo que ocurre en ellas como si viéramos una obra de teatro nos ayudará muchísimo a la hora de entender la verdadera esencia de la urbe que estamos visitando.
En la calle los ciudadanos libres compartimos muchas cosas, no en vano es el bien colectivo por excelencia. Muchas se usan de forma específica ya que en ellas reina la especialización, es decir, hay espacios para peatones, terrazas de bares llenas de mesas y sillas, áreas para el tránsito rodado, carriles para bicis, zonas verdes, bancos para descansar y, a veces, ya no queda espacio alguno para las iniciativas de la ciudadanía. Sin embargo, existen otras que su circunstancia infraestructural queda fusionada armónicamente con su condición de ‘lugar’ y, entonces, es cuando las percibimos como la prolongación de nuestros hogares, es decir, un gran recinto en el cual nos relacionamos. En este tipo de calles, además, también caben las improvisaciones colectivas; allí, es donde los más pequeños, empiezan a comprender que, además de la familia, también existen los demás.
En las calles, si estamos atentos y observamos a nuestro alrededor sosegadamente, podemos recibir mucha información pero, algunas veces, meramente nos gusta deambular por ellas, es decir, sin fijarnos en nada especial nos gusta andar sin prisa y sin dirección preestablecida. En Andalucía, así como también en otros lugares del mundo con mucha luz y climas benignos, una parte muy importante de nuestras vidas transcurre en ellas, lo relató divinamente el poeta Miguel Hernández en los siguientes versos:
“Por las calles voy dejando
algo que voy recogiendo.
Pedazos de vida mía
venidos de muy lejos”
2 comentarios en «DESDE BARCELONA.
Nuestras calles.
[Jordi Querol]»
Sr. Querol, mire usted que en la Península Ibérica, es decir España y Portugal, podemos viajar de la máxima modernidad a la edad antigua o restos de cultura ibérica y celta; y desde los romanos, visigodos, musulmanes (sirios, árabes, almohades, almorávides y benimerines), en lo que a las ciudades se refiere. Dejo en un apartado las construcciones megalíticas tan extendidas por todo el territorio peninsular incluidas las Baleares. Efectivamente, la arquitectura nos permite viajar en el tiempo y nos hace soñar con aquello que algunos fueron y lo que querríamos nosotros algún día ser. ¿Como puede haber alguien que pretenda imponernos la guerra en el Mundo?
Apreciada Cinta:
He leído con atención tu comentario y advierto en él cuatro apartados muy distintos entre sí:
1.- Hablas de la grandeza cultural y artística de la Península Ibérica así como la de las Islas Baleares.
2.- Afirmas que la arquitectura nos permite viajar en el tiempo.
3.- Después dices, refiriéndote otra vez a la arquitectura: “nos hace soñar con aquello que algunos fueron y lo que querríamos nosotros algún día ser.”
Y, al final (4), te preguntas: ¿Cómo puede haber alguien que pretenda imponernos la guerra en el Mundo?
Respecto a los dos primeros puntos estoy absolutamente de acuerdo contigo.
He intentado deducir lo que subyace en el tercer apartado sin éxito alguno; no sé exactamente lo que quieres decir.
El cuarto tema no es para mí; no estoy preparado. En las milicias universitarias me suspendieron por falta de espíritu militar.
Cinta, por cierto, no veo la más mínima relación entre tu comentario de cuatro apartados y mí artículo “NUESTRAS CALLES”. Bajo el mencionado titulo lo que yo pretendía humildemente era muy simple, te lo repito aquí muy brevemente:
“Decía que para entender las ciudades con cierta precisión era bueno conocer bien las tipologías de sus calles y plazas.
También comentaba que en la calle los ciudadanos libres compartimos muchas cosas, no en vano es el bien colectivo por excelencia.
Reconocía que las calles que a mí más me gustan son aquellas en que su circunstancia infraestructural queda fusionada armónicamente con su condición de ‘lugar’, y entonces es cuando las percibimos como la prolongación de nuestros hogares.
También argumentaba que en ellas podemos recibir mucha información pero que, algunas veces, simplemente nos encanta deambular, es decir, nos gusta andar por ellas sin prisas, sin fijarnos en nada especial, y sin dirección preestablecida.
Finalmente explicaba que en Andalucía y otros lugares del mundo con mucha luz y climas benignos, una parte muy importante de nuestras vidas transcurre en ellas.
Un artículo muy simple, pero pensado cariñosamente para enaltecer la personalidad y belleza de NUESTRAS CALLES.”
Cinta, de guerras, nada de nada.
“Desde Barcelona”
Un cordial saludo
JORDI QUEROL