Digo lo evidente: hay muchas personas pasándolo mal, empresarios aprovechándose de las circunstancias, una banca rescatada sumida en la usura y negando el crédito; una UE impidiendo nuestro desarrollo y crecimiento, partidos políticos en posiciones insoportables por la corrupción; cargos públicos convertidos en burócratas en los parlamentos; ayuntamientos y diputaciones, partidos emergentes regeneracionistas hechos a la medida de sus líderes; desencanto generalizado que podría llevar al voto radical sin saber a dónde nos lleva, un gobierno débil con un presidente cuestionado e ineficaz, una sociedad que no sabe a dónde camina, un presente insoportable y un futuro más que dudoso, …
Si ante eso y mucho más, alguien todavía duda que el régimen hace aguas y que se necesita una clara reacción social por la recuperación -o la conquista-del protagonismo –dudo que alguna vez lo hayamos tenido-, o es muy inocente o un claro adepto al sistema o a alguno de sus partidos. Los ciudadanos vivimos bajo la estafa del pacto del 78 que ha permitido el poder de la oligarquía partidaria y el latrocinio de los fondos del Estado. En mi opinión y tras la ruptura o la reforma rupturista del régimen, no debería pasar como en el pacto del 78 en el que los gerifaltes franquistas se fueron sin pagar sus culpas. Los que han permitido traernos hasta el momento de incertidumbre, crisis profunda y pobreza y se han enriquecido ilegalmente o ilegítimamente, deben recibir el castigo legal, social y político que merecen.
La oligarquía partitocrática, robando la capacidad decisoria a la sociedad y a sus propios grupos electos, han permitido la conversión del sistema político español en una cleptocacria, con un poder desmesurado de la banca y de los grupos de presión económicos en general. El gobierno popular mismo, de clase y rendido a los mercados y a las directrices alemanas, ha dejado en indefensión a los trabajadores, ha seguido permitiendo la destrucción del tejido productivo –con lo que no habrá una recuperación del empleo segura y permanente- y ha dejado en el aire la estructura territorial del Estado por la cobardía e impostura de su presidente. Necesitamos la aparición de partidos rupturistas centrados en la persona, en la dignidad y derecho de la misma por encima de la colectividad, que solo alcanzará su realización por medio de la emancipación individual –esto no supone negar la ayuda necesaria a los grupos desfavorecidos-. Propongo la desconfianza en los mesías que quieren llevar a la comunidad desposeída a través del mar rojo porque, recuerden, detrás del mismo solo hay desierto para todos. Y ha sido así a través de toda la historia donde un mesías quiso –o pretendió-, salvar a algún pueblo por medio de las medidas radicales para el infortunio colectivo.