Durante siglos, muchas ciudades han dado la espalda a su borde marítimo. Esta reacción generalizada motivo que, hasta épocas no muy lejanas, en estas zonas, o sea, en los terrenos lindantes al litoral, se ubicaran cementerios, carreteras, vías de ferrocarril, industrias, etc. Instalaciones varias que, limitaban el atractivo del ambiente marino y, en algunos casos, perjudicaban la salud. El agua del litoral representaba la “no ciudad”, al igual que los terrenos extramuros de la ciudad medieval encarnaban el “campo”. En general, el litoral de los pueblos vecinos quería decir “vacaciones”, y el de la gran ciudad “servicios”. La humedad era considerada como un verdadero enemigo.
En España, afortunadamente y en general, desde hace aproximadamente 30 años, los criterios urbanísticos ya son otros, y junto con las normas de obligado cumplimiento que surgen de los códigos técnicos de la edificación así como los adelantos constructivos y ciertas globalizaciones inteligentes han hecho que las áreas marítimas se estudien con rigor. Sin embargo, y siguiendo leyes pendulares, en el sur de Europa se ha experimentado una creciente utilización turística de los litorales, así como una fuerte y excesiva concentración de la población en los mismos. Sin duda alguna, lo mencionado con anterioridad ha llevado a una exagerada urbanización de la mayoría de nuestras costas.
Desafortunadamente, en algunos municipios del litoral español, el modelo turístico de sol y playa ha ido ligado a una fuerte degradación del paisaje, y las construcciones de muchísimos puertos han variado el régimen erosivo y sedimentario de las corrientes marinas. Si modificamos las mencionadas corrientes marinas en demasía con infraestructuras portuarias que se adentran en el mar, estas acaban generando litorales caóticos.
Cualquiera de estas construcciones (puertos, diques, clubs náuticos…) provoca una disminución de la potencia de la playa en un extremo de las instalaciones y un aumento en el otro, ya que los litorales vienen definidos a través de un delicado equilibrio dinámico entre erosión y sedimentación. Al aparecer una nueva barrera (un puerto, una escollera…) se modifican las corrientes y eso, en la mayoría de los casos, tiene efectos perniciosos. No podemos olvidar que una corriente marina tiene un gran potencial que puede transportar miles de metros cúbicos de arena al año. En algunos frentes litorales de nuestro país, espléndidos en su día, después de sucesivas modificaciones urbanísticas, de la aparición de puertos deportivos, así como de ciertos cambios meteorológicos, muchas veces las playas han de ser reconstruidas con urgencia para que los veraneantes que viven a su vera, puedan continuar gozando de ellas, disfrutando de su sol y de sus aguas.
Barcelona, antes del 92 (Olimpiadas) hizo los deberes y, hoy, esta ciudad mediterránea goza de un óptimo frente litoral. Costo muchos esfuerzos y muchísimo dinero, pero lo logramos. Las industrias contaminantes desaparecieron y las otras se trasladaron. Seguramente, después de un largo e incomprensible letargo, al tener que dar la cara al mundo durante unos días, la vergüenza nos despertó de golpe. Visto lo que ocurrió en mi ciudad, me encantaría que algún día Huelva pudiera organizar unas olimpiadas, seguro que esto sería el fin de las malditas y dañinas Balsas de Fosfoyesos (cementerios radioactivos) y el inicio de un nuevo paisaje onubense. Es muy difícil de comprender que, después de tantos años, los esfuerzos de Greenpeace, muchas sentencias y, el inteligente, tozudo y admirable trabajo de todos y cada uno de los miembros de la Mesa de la Ría, hasta hoy, no hayan servido de casi nada. Quizás la solución sería lo apuntado anteriormente: unas olimpiadas onubenses.
1 comentario en «DESDE BARCELONA.
Olimpiadas onubenses.
[Jordi Querol]»
Según tengo entendido por declaraciones de personas autorizadas por la Facultad de Químicas de la UHU, las balsas de los famosos fosfoyesos, son un inerte que no perjudican a la salud de los onubenses. Otra cosa fue la autorización dada por algún político de la Junta (llevan 35 años mandando los mismos, o sea el PSOE) que se permitió verter sobre los fosfoyesos, residuos radioactivos provenientes de industrias no ubicadas en el Polo de Huelva ni en el Area Industrial de Palos; tengo entendido que procedían del Campo de Gibraltar e incluso de industrias procedentes de la lejana Bulgaria. Valga como aclaración a lo que manifiesta torticeramente la Mesa de la Ría.