La gran mayoría (por no decir todos) de los observadores políticos, periodistas, escritores, intelectuales varios, y algunos ciudadanos atentos, estamos de acuerdo en que el futuro mapa electoral en España presentará una clara segmentación. Segmentación es el acto y consecuencia de segmentar, es decir, de dividir o formar porciones. Este concepto, traducido a la política quiere decir que los actuales parlamentos, tanto estatales como autonómicos pasarán a tener más alternativas políticas, como mínimo, dos partidos más. En las corporaciones municipales (alcaldías) de nuestros pueblos y ciudades pasará lo mismo.
Desde mi punto de vista, la mencionada segmentación tiene dos lecturas inmediatas. Por un lado, al ser la expresión de lo que los ciudadanos desean, la tenemos que considerar como un hecho positivo, o sea, la vemos como una bella expresión de la pluralidad que solo es posible en los países democráticos. Por otro lado, es decir, la lectura negativa, es que la gobernabilidad será mucho más difícil. Es evidente que para llegar a pactos, del tipo que sean, el camino será no solamente más largo sino que también será más tortuoso. Será así, porque alrededor de la mesa habrá más jugadores. Inevitablemente se tendrá que imponer un nuevo estilo de hacer política. Tanto los nuevos jugadores, como los más antiguos, al negociar, tendrán que ser más pacientes y esforzarse más.
El bipartidismo tradicional en la mayoría de los países de la Unión Europea, que es nuestro contexto inmediato (y haciendo una lectura muy rápida y trivial), provocaba un tipo de discusiones conocidísimas que, normalmente, siempre terminaban generando relevos. Cuatro años gobernando los socialistas, y el siguiente mandato para los conservadores. Opciones políticas que, cuanto más al Norte del continente, las diferencias entre ellas disminuían. Programas no exageradamente distintos con matices y ‘tempos’ diferentes. En general la izquierda construía múltiples equipamientos sociales y abatía el país y, durante los cuatro años siguientes, la derecha lo reconstruía generando empleo. En el futuro, que está a la vuelta de la esquina, la segmentación aludida generará mecanismos muy distintos. La generalizada corrupción de nuestro país es la que ha motivado el cabreo ciudadano y, este, es el que ha hecho surgir a Podemos (P’s) y a Ciudadanos (C’s) pero, ahora, en este contexto electoral tan segmentado y sin mayorías consistentes, todos han de subordinarse al pacto democrático. Esto es fundamental. Otra cosa provocará la ingobernabilidad, o sea, la pérdida de tiempo, el malestar, el paro, el naufragio.
Entre los nuevos jugadores los más poderosos son P’s y C’s. Podemos está mucho más cerca de IU que Ciudadanos, y Ciudadanos está más cerca del PP que Podemos. Afortunadamente, se ve muy claro que los arrebatos rupturistas a la venezolana de P’s no son practicables, no tienen suficiente fuerza para poder reformar el sistema. Mi recomendación a todos los partidos políticos que dentro de poco tendrán fuerza gubernamental en España es que empiecen modificando lo más fácil, por ejemplo, temas numéricos y de sentido común que carecen de sexo ideológico. Lo primero que entre todos (PP-PSOE-C’s-P’s…) deberían abordar con ahínco es una equilibrada solución a la financiación autonómica. Es inaceptable que, en España, se genere desigualdad en razón del territorio en que se vive. Todos estamos de acuerdo en que eso es muy injusto. Si se empieza solucionando un solo asunto, la ciudadanía empezará a estar un poco más tranquila.