(Texto: Federico Soubrier) Nos llega otra nueva excentricidad directamente desde Estados Unidos, “el tatuaje solar”. Consiste en dedicarte a tomar el sol a tutiplén, en muchas ocasiones sin ningún tipo de protección, te colocas una especie de molde que impide la afección de los rayos solares y te deja su grabado como dibujo en blanco en medio del bronceado o achicharrado del resto de la piel, según los gustos.
Los dermatólogos realizan declaraciones en los canales de televisión sobre las consecuencias que puedan derivar de esta excentricidad, aunque la situación no creo que haya variado notablemente con esta nueva y curiosa moda.
Al pronto se me viene a la cabeza un lata de aquellas azules con las letras blancas del “protector” que te aplicaban de pequeño en poco más que en los hombros y en la cara, allá por los años sesenta, y que ayudaba a freírte un poco más, con las posteriores refriegas de vinagre para terminar pareciendo una presa de adobo.
Como siempre, está todo inventado. Desde que a mediados del siglo XX se usó el bikini, pero con antecedentes en mosaicos romano de hace dos mil años, las mujeres han lucido el pecho y el trasero blancos respecto al resto de su bronceado, lo cual producía en los desnudos cierto toque erótico.
También me pongo mis tattoos desde que tengo uso de razón, luciendo al final de cada verano la blanca correa del reloj, las tiras de las sandalias y el paño del bañador, sin ir de loco, pues no soy de tomar el sol sobre toalla y jamás, que yo recuerde, nadie echó las campanas al vuelo en este aspecto.
Tatuajes o no, veo la imagen de algunos turistas que en su primer día de playa quedan como cangrejos cocidos, totalmente rojos y con quemaduras de segundo grado que a veces les obligan a pasar el resto de sus vacaciones en el hotel, encima de las sábanas porque hasta su roce produce dolor.
Como para gustos colores, los que se achicharraban lo seguirán haciendo y los que se broncean pueden tener los digamos “contra tatuajes blanco natural” que les parezca, teniendo en cuenta que el estilo aquí, como en todo, cuenta mucho. El más simpático que he visto, y en eso algo ha tenido que ver la modelo, es el de una pistola sustentada imaginariamente por la gomilla del tanga, cual chica Bond, preparada para batirse en duelo.
Cuánta dedicación a lo largo de la vida para que a las mujeres no les quedase marca en su bronceado por culpa de las tirantas del bikini o ponerse bocabajo soltándose la parte de atrás. Cómo cambian los tiempos, antiguamente en China, Grecia y Roma se usaban las sombrillas como protección, aunque más tarde la costumbre se perdió por servir de burla a la población, éstas resurgieron en el siglo XVIII cuando las damas portaban parasoles de seda para tener la piel como la leche y no parecer aparceras, después giraron las tornas para adquirir un tono a lo Julio Iglesias y fingir pertenecer a la jet set sin tener avión privado.
En esto, como en todo, depende de la medida en que se abuse de los rayos solares, al que es tonto y se abrasa a sabiendas, lo mismo le da el tatuaje blanco que los que nos tocaban en los chicles de pequeños y quien los disfrute con precaución pues mejor que mejor.
De hecho, como los comerciantes son muy cucos, ya se venden bañadores con figuras troqueladas para que el sol haga su efecto y, sin mucha preocupación, automáticamente en el trasero o donde sea, te tatúes un corazón.
Federico Soubrier García
Sociólogo y Escritor