20 noviembre 2024

EL LABERINTO.
Juan Carlos I, los elefantes y los toros.
[Javier Berrio]

javier-berrio-002(Texto: Javier Berrio) Cuando recientemente, la plaza de toros de San Sebastián abrió de nuevo el coso a la celebración de corridas tras dos años de cierre, el rey Juan Carlos I estuvo allí para apoyar lo que él llamó Fiesta Nacional. La verdad es que todos los aficionados al toreo llaman así a la masacre pública del animal con resultado forzoso de muerte a manos del hombre convertido en matarife artístico. Resultaba inevitable que el Borbón padre estuviese allí, sintiendo como siente la subida de adrenalina ante la muerte de los animales, como ya pudimos comprobar en su última salida conocida a la matanza del elefante. En aquella ocasión, hubo de pedir perdón, pero no lo hizo por haber matado a esos nobles animales, sino por haberlo hecho en tiempos de crisis, cuando tantos ciudadanos lo estaban pasando realmente mal. Por cierto, que esa situación persiste por mucho que la macroeconomía se muestre con resultados positivos.

La fiesta de los toros constituye en sí una auténtica vergüenza y un horror y no comprendo cómo los españolistas insisten en llamarla Fiesta Nacional. La verdad es que a mí me sonrojaría proclamar a los cuatro vientos que la fiesta que mi país tiene como símbolo de sí mismo, es un espectáculo en el que una serie de hombres se dedican a mermar las fuerzas de un animal por medio del castigo insistente y la efusión de sangre para, al final, el maestroterminar por dar muerte en lo que ellos llaman suerte suprema. Si el torero acierta a la primera, se acaba el martirio del toro pero, si no es así y tiene que repetir varias veces, se alarga el padecimiento inútil y sádico del astado hasta que el diestro consigue finiquitar al animal.

El festejo de los toros, sencillamente, tendría que estar prohibido en todo el territorio del Estado –que no nación, aunque ese es un tema que trataré en otro artículo-. Los que defienden que aquellos a quienes no guste la fiesta respeten el derecho de los taurinos, olvidan que sobre lo que de ninguna manera se puede pasar es por el derecho del animal a vivir y a tener una muerte digna si por alguna causa debiera ser sacrificado. No se discute el derecho de unos a que les guste el festejo y de otros a que no, sino el del toro a ser respetado en su vida e integridad.  Pero este espectáculo tiene el apoyo de la  jefatura del Estado ya que, si bien el rey que acudió a San Sebastián fue  Juan Carlos I, rey no reinante, su hijo, jefe actual del Estado, Felipe VI, acudió a otro corrida hace poco tiempo, levantando la repugnancia y antipatía de no pocos ciudadanos que nos mostramos partidarios del derecho animal a no ser masacrado para el entretenimiento de seres humanos que viven muy lejos de haberse convertido en personas. Los Borbones, como ejemplo de las cosas que no deben ser, acuden a ver la matanza del animal y se sienten orgullosos de hacerlo. Como se ve, a una monarquía más que dudosa en tantos sentidos, se suma su querencia por la caza mayor y por la matanza terrible de un animal al que los toreristas confiesan haber preparado solo para ese momento.

3 comentarios en «EL LABERINTO.
Juan Carlos I, los elefantes y los toros.
[Javier Berrio]
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  1. Estimado Javier, como bien sabes, intento comentar lo que has escrito, y no alabo todo ni tampoco te censuro todo.
    En este artículo, ¡que ya era hora que nos regalases con tus buenas letras!, dejando a un lado el tema «Estado» que nos has prometido publicar, observo que utilizas, quizás por aversión, al tema taurino, para atacar al Rey Juan Carlos I, y al tiempo utilizas al Rey Juan Carlos I para atacar a la «Fiesta Nacional».
    Todo tiene su origen. En el siglo XVIII, había corridas de toros tales como la que el otro día en Illumbe presenció tu denostado Borbón, en Portugal, Francia, México, Cuba, La Florida, Texas, Nuevo México, California, América Central, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile e incluso en Argentina. En aquél tiempo no se practicaban deportes como tal, exceptuado el frontón y los bolos. El Ajedrez se consideraba un juego de estrategia. Solo existía a parte de los toros, el teatro. El circo no alcanzaba la gloria de la época de los romanos. Siendo que Portugal «dulcificó» la tauromaquia, a España le vino de perilla por el «por si acaso» el denominar a las corridas de toros, con el nombre de Fiesta Nacional. Deberías saber que en Portugal existe más afición a «os toiros a la espanhola» que los antitaurinos españoles creéis, prueba de ello es ver como las plazas fronterizas se llenan de portugueses. Para entender lo que tú denominas «masacre», lo primero hay que conocer el comportamiento de lo que es un toro bravo, y el por qué aún existen toros bravos. Existían en la antigua Grecia, riberas del Danubio, la antigua Roma y queda un pequeño resto en la sureña Camarga francesa, una variante de reses bravas que no llegan ni por ensoñación ni al tamaño, fuerza y bravura de las reses españolas y portuguesas (¿conoces los difíciles y bravos toros de la ganadería de Palha?).Sin olvidar que en el Cantón del Grisón -Suiza, las que combaten entre si son las vacas, que tienen cierta casta brava, cruzándose importantes apuestas. Criar un toro bravo cuesta 10 veces lo que criar un toro charolés y da la mitad de carne. ¿Dónde está entonces pues la razón de su no extinción de las ganaderías de toros bravos?

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