(Texto: Juan Andivia) No entiendo por qué hay que estar a favor o en contra de la Navidad. Guste o no, nos reunimos con la familia y los amigos, hacemos compras y disfrutamos de algunos días de vacaciones. También eso son las navidades, pese a que no se celebre ningún nacimiento y se hayan desterrado el portal y sus majestades de Oriente que, por otra parte, están como para fiarse de ellos.
Se haga lo que se haga, estas fechas unen a las familias unidas, justifican negocios y deseos, remueven la memoria, decoran barrocamente las calles y recuerdan a todos que hay quienes viven en la indigencia, están enfermos, o solos, o están haciendo una parada ridícula en sus actos de guerra.
En los años setenta, durante la guerra del Vietnam, Bob Hope fue a distraer a los soldados americanos que habían dejado de matar vietnamitas por unos días y, en 1990, Marta Sánchez y Olé Olé actuaron ante la tripulación de la fragata española Numancia, destacada en el golfo Pérsico. Los brindis en el campo de batalla se han repetido otras veces aunque, contradictoriamente, lo que se ha repetido más es la palabra paz escrita con bombillitas en las calles e impresa en las felicitaciones, incluso por los que ciegamente han apoyado ya un probable conflicto armado y por los que piensan participar en él.
Las treguas son así, uno cree que se olvida, que todo puede cambiar después del último día, del último sorbo. De hecho, las navidades son en sí mismas una pausa de la que se espera despertar más ricos, más descansados, con mejores intenciones y más felices, pero las ilusiones se les acaba a los niños el día siete y a los adultos poco después, cuando con mucha salud se vuelve al mismo trabajo, a los mismos problemas y a la misma realidad, con Irak, Siria, terrorismo y violencias machistas.
De cualquier forma, todas las guerras, especialmente las interiores, merecen un paréntesis, por si mientras tanto se consigue reflexionar.
1 comentario en «VENTANA DEL AIRE.
Treguas de Navidad.
[Juan Andivia]»
Añadiría a su buen artículo, que llegadas las 12 de la última noche del año, tomamos las 12 «uvas de la buena suerte», que de tanto repetirse año tras año, lo haces maquinalmente, casi perdida la emoción y la ilusión. Como muestra veamos la estadística de lo que va se siglo, y veremos que la curva no es precisamente de la felicidad. Crisis sobre crisis, guerras sobre más guerras, terrorismo sobre más terrorismo. No obstante metamos nuestros pensamientos en esta especie de «hoyo del avestruz» para por unos días ignorar aquello que nos atribula.