La periodista catalana –y catalanista furibunda- Empar (Amparo) Moliner no simula su odio a España. A la fanática señora le ha salido de allí quemar un ejemplar de la Constitución de España y se ha quedado tan ancha. La Biblia civil convertida en cenizas por mor de la coyuntural reducción a polvo de las neuronas de esa mujer. En tiempos de Franco, no hubiera tenido ovarios. En época democrática, los pone encima de la tele. Como si la democracia no supiese autodefenderse de los atentados terroristas que contra ella emprenden los que tienen vaina pero no ideas.
Se habla del discurso del odio como frase hecha por periodistas. Sin embargo, el continente no agota el contenido, que se expande fuera de sus muros. La mujer se ha atrevido a sacar del armario de su corazón el odio que escondía desde no se sabe cuándo. Qué podrá esperarse de quienes mantienen ocultos ese odio que, acumulado, conduce al desastre y al mal generalizado. Especialmente, cuando las instituciones públicas se ponen al servicio de los oligarcas y caciques del territorio.
El soberanismo es el vestíbulo emporcachado donde se cobijan los independentistas que persiguen apropiarse de la casa común y desahuciar a los dueños del inmueble nacional. Los defensores del derecho a decidir no son sino los manifestantes de la corriente de rencor que se origina en la lucha de los charnegos por desprenderse de su apellido castellano, que se asienta en la rigidez dialéctica de la derecha aznarista, que se cimbrea en la mecedora sin fondo del tripartito de Montilla, que toma impulso a partir de la alocada carrera hacia ninguna parte de los convergentes corruptos y que coge carrerilla con los exabruptos de la CUP, de ERC y, por supuesto, de los podemitas de Pablo Iglesias.
En el centro modular de generación del odio hacia España, la estupidez adquirida del peor presidente que la historia de España ha dado en los últimos doscientos años: José Luis Rodríguez, “Zapaterito”. El hombre tuvo la genial ocurrencia de alentar un nuevo Estatut que, mutatis mutandis, encendía la mecha que habría de cargarse la Constitución de España. Una vez que se derrama el aceite, venga dios a recogerlo. Si le das un balón bomba a la chavalería, no se lo quites después con la excusa de que no es reglamentario. Al cabo, los chiquillos reclamarán una nueva federación y dirigentes permisivos. Ya se encargan los fascistas del independentismo casposo de azuzar la pelea callejera y televisiva aun a costa de lo que sea.
Y si alguien confía en que la Generalitat de Puigdemont exhiba cordura, plantéese inmediata visita al médico. TV3 y el Consejo Audiovisual forman parte de la organización, con anclajes mafiosos, que busca segregar a Cataluña del resto de España. Lo de Empar Moliner es un insulto más a los españoles. Y no será el último.
Mientras, Sánchez se muerde los muñones de los dedos por firmar un acuerdo con las hordas políticas que sonríen ante hechos de esta índole, que miran al infinito tapando el sol con la sombrilla de playa y que planean la próxima salida de pie de banco de unos cuantos mercenarios que reciben emolumentos/soldadas por sus bizarras acciones despreciables.
1 comentario en «TERETES.
El odio catalanista.
[Paco Velasco]»
PERDONE, PERO NO TIENE NI IDEA DE LO9 NQUE HA PASADO.
INFORMESE PRIMERO Y DESPUES EXPLIQUELO.
POR SI ACASO LE RECUERDO LA LEY SOBRE POBREZA ENERGETICA, LE SUENA?