Aunque ahora diga lo contrario sin que se le caiga nada de las manos, Albert Rivera ha estado vetando al presidente del gobierno en funciones, Sr. Rajoy, durante la campaña electoral y después también. Juega a pensar que somos tontos y a que su falta de pudor para desdecirse nos va a dejar como si no pasara nada. Pero las cosas no son como él quisiera que fuesen, Desde esa especie de superioridad moral que siempre esgrimió la izquierda frente a otras formas de pensamiento, Albert Rivera, líder de Ciudadanos y uno de los perdedores de los últimos comicios, ha mantenido que el Sr Rajoy debería abandonar la pretensión de ser presidente del gobierno para que su formación negocie con ellos o apoye la investidura de un candidato popular. No hay que olvidar que Rivera viene del antinacionalismo en Cataluña y que toda su ideología se basaba en ese hecho. El anticatalanismo era, de esa manera, todo su pensamiento y aglutinador de una porción de la población que también hacía, y hace, de ese objetivo, su aspiración irrenunciable. ¿Otros aspectos ideológicos en Ciutadans? Quizás el mayor o menor liberalismo propio del sector liberal del PP, de cuyas filas más jóvenes procede el diputado catalán. Sin embargo, en alguna ocasión de estas pasadas elecciones, ha llegado a definirse como socialdemócrata, igual que lo hacen el PSOE e incluso el otrora comunista Podemos.
Cuando el Sr. Rivera decide pasar a la política general del Estado y convertir a C’s en un contrincante más en la aventura de acercarse a la presidencia del gobierno, se encuentra en espacio de nadie, en lugar que ni él ni los suyos conocen y decide una aventura con los socialistas de Pedro Sánchez. A la vista de sus movimientos y del vacío interior de su organización, parte de los electores le abandonan y pasan su voto a la marca original, al PP, que parece garantizar mejor las aspiraciones de conservadores y liberales. Y ante ese hecho incuestionable, el joven inexperto, pero tremendamente egoico Rivera, sigue exigiendo la defenestración del líder que le ha llevado al ridículo.
Rivera, que practica los modos poco democráticos de los partidos tradicionales, en vez de poner su cargo a disposición de su partido por el desgaste recibido sin haber gobernado ni casi estrenado legislatura, se dedica a criticar al líder del partido ganador como artífice de los males del sistema. La verdad es que aguerrido este chico no es: incapaz de reconocer su poca capacidad ante los suyos, pide la dimisión del líder del partido ganador en vez de haber dimitido él. Me parece que nadie la ha dicho ni alto ni claro a este anticatalanista que la virtud se practica en propia casa y se enseña con el ejemplo y no exigiéndole a otros lo que uno no hace.
Desde el desapego en que me muevo en cuestiones políticas desde hace tiempo, como saben los lectores, no puedo por menos que comentar lo que es una obviedad. Si ya es penoso tener que lidiar con los usos y costumbres de siempre en los partidos de siempre, ¡qué triste resulta encontrar más de lo mismo, pero empeorado por la insolencia, en jóvenes que dicen venir a salvar al régimen de su endogamia y encasillamiento!