Tal vez resulte algo descabellado, pero no me puedo explicar cómo España desplaza a Brasil 305 deportistas olímpicos a sabiendas de que el medallero rondará más o menos los 17 trofeos de Londres 2012, frente a los 104 de Estados Unidos, 88 de China, 65 del Reino Unido o 44 de Alemania.
Estoy seguro de que en estos eventos es importante participar, pero cuando el PP está esquilmando la hucha de las pensiones y lanzan globos sondas sobre si se cobrarán o no pagas extra de pensionistas y funcionarios por las puñeteras deudas de Bruselas, me parece una pasada el gasto, a sabiendas de que al menos más de doscientos cincuenta representantes de nuestro estado no van a estar a la altura de lo esperado.
Por supuesto, no podemos ni siquiera barajar el séquito que mueven, ni las personalidades que disfrutarán de la capital carioca a costa de nuestros impuestos y de nuestros esfuerzos con los recortes. Cuando se votó dónde celebrar las olimpiadas, apuesto que algunos españoles prefirieron hacerlo antes por Brasil que por España, ante la expectativa de pegarse un viajecito de verano con dietas y alojamiento incluidos.
Resulta curioso que a las olimpiadas de Londres acudiesen 150 autoridades cariocas, y en su país solo hayan aparecido para la presentación 20.
Una nación que tiene un elenco político de pena, capaz de llevarnos a unas terceras elecciones después de estar cobrando más de siete meses por no hacer ni el huevo, me recuerda con estas olimpiadas al entretenimiento durante el régimen franquista de toros, fútbol, tenis y boxeo de madrugada.
No es de olvidar que después de todo esto, nuestro país dejará tirados a todos los deportistas, esos que han dedicado sus vidas a sus especialidades, con medalla o no, y no tienen currículum de ningún tipo, los que se suicidan o terminan en centros de salud mental y ya no le sirven a la marca España para nada.
En votación por unanimidad, en el Comité Olímpico Español se prevén unos gastos de 7.290.906 de euros para 2016, una minucia comparada con los 8.000 que deja como deuda Rajoy a la Unión Europea, después de haber rescatado bancos que tienen opíparos beneficios y ya podían haber pagado su deuda para que no sean las economías más pobres las que continúen siendo más castigadas, no es admisible ni un euro de beneficio hasta pagar la aportación con la que se sangró al pueblo.
Nosotros sí que nos merecemos un trofeo por soportar a nuestros representantes, sus corruptos y los camuflajes que les aportan.
Lo mejor será que no echemos cuentas de a cómo nos sale cada medalla. Seguro que a precio de oro. Por supuesto, enhorabuena a los triunfadores y triunfadoras y felices fiestas a los que van de vacaciones, casi trescientos “campeones” y al séquito incontrolable.
Federico Soubrier García
Sociólogo y Escritor