5 diciembre 2024
Andalucía necesita menos
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José Vilaplana, obispo de Huelva.

Carta de cuaresma del obispo a los jóvenes onubenses

Queridos jóvenes:

Me dirijo a vosotros cuando va a comenzar el tiempo de Cuaresma. Es el tiempo para renovar nuestra amistad con Jesús y prepararnos a celebrar la Pascua: su muerte y resurrección que nos dieron nueva vida.
Este año os dedico este mensaje, animado por la iniciativa de nuestro Papa Francisco que ha convocado un Sínodo sobre vosotros y, con este motivo, os ha escrito una carta en la que os dice: También a vosotros Jesús dirige su mirada y os invita a ir hacia Él. ¿Habéis encontrado esta mirada, queridos jóvenes? ¿Habéis escuchado esta voz? ¿Habéis sentido este impulso a ponerse en camino? Estoy seguro que, si bien el ruido y el aturdimiento parecen reinar en el mundo, esta llamada continúa resonando en el corazón da cada uno para abrirlo a la alegría plena.

Yo también quiero acercarme, una vez más, a todos vosotros para poder ayudaros a encontrar lo que toda persona humana desea aún sin saberlo: “la amistad con Jesús y el amor fraterno” (EG, 265).

Me dirijo a todos los jóvenes -a los que estáis en grupos parroquiales, a los jóvenes cofrades, a los que pertenecéis a otros grupos, movimientos y asociaciones y también a los que os sentís lejos de la Iglesia- para proponeros una reflexión sobre algunos textos del Evangelio en los que Jesús se encuentra con algún joven:
“No mires a otro lado”. Con esta expresión me refiero al encuentro de Jesús con el joven rico. Un encuentro que acabó en desencuentro. El joven tenía buena voluntad, era formal, cumplía los mandamientos. Jesús le propuso ir más allá, ser más libre, ser más generoso. Vende lo que tienes, dáselo a los pobres y sígueme. Una propuesta que le abría un gran horizonte. Jesús le miró con cariño pero él miró a otro lado, miró a sus riquezas y marchó entristecido (Mc 10, 17-22).

Querido joven, no pierdas la oportunidad de caminar con Jesús. Él te enseña a ser verdaderamente libre y a compartir con generosidad tu vida. Como decía el Papa Benedicto XVI: “Él no quita nada, y lo da todo” (Homilía 24-IV-2005). Arriésgate, pues, a avanzar con Él. Te librará de la tristeza y te sentirás siempre acompañado por su mirada llena de ternura.

“Despierta”. Con esta palabra quiero acercarte al pasaje del Evangelio en el que Jesús resucita a la hija de Jairo. El alboroto y la tristeza por la muerte de esta muchacha era grande. Pero Jesús dice una palabra esperanzadora: “La muchacha no ha muerto; está dormida”. La tomó de la mano y ella se levantó (Mt 9, 18-26).

Sucede, a veces, que algunas personas refiriéndose a los jóvenes hablan sin esperanza. Y quizá también algunos jóvenes, mirándose a sí mismos, caen en la desesperanza, como si estuvieran “agotados” antes de tiempo.

Querido joven, deja que Jesús te tome de la mano y despierta todo lo bueno que hay en ti. Él te ayuda a descubrir y alentar todas tus cualidades, que son regalo de Dios. Te enseña a cultivarlas con responsabilidad y a ofrecerlas con generosidad a tus hermanos. No te duermas, ni te acurruques en el “sofá” de la comodidad, como recordó el Papa Francisco (Vigilia de Oración en la JMJ, 30-VII-2016).

“Sígueme”. Esta es la invitación que aparece tantas veces en el Evangelio. Hoy también la dirige a cada uno de nosotros como a los hermanos Pedro y Andrés, Juan y Santiago. Estos dejaron las redes y a sus padres y siguieron a Jesús. No eran perfectos. Jesús los tuvo que educar a lo largo de un camino en el que aprendieron del Maestro a servir y no a ser servidos y a dar la vida por amor como Él (Mt 4, 18-22).

Querido joven. Jesús también te dirige a ti esta llamada. Que tu respuesta sea “voy contigo”. Te queda mucho camino que recorrer pero es importante fiarte de Jesús y avanzar con Él. Quizás te llama a formar una familia cristiana en el matrimonio. Prepárate bien para esta vocación. Quizás te llama a la vida consagrada o a ser sacerdote. No tengas miedo. Dar la vida por los demás con Jesús te llenará de una gran alegría.
Que tu vida sea un “sí”. Así fue la vida de una joven de Nazaret, la Virgen María. Ella no tenía una historia importante, vivió en un pequeño pueblo. ¿Quién se iba a fijar en ella? Dios. La llamó para que fuera madre de su Hijo. Ella con humildad y sencillez, con total confianza, dijo sí. Pronunció unas palabras que comprometían toda su vida: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 26-38).

Querido joven, pregúntale al Señor: ¿qué quieres de mí? ¿qué quieres que haga? No tengas miedo a entregar toda tu vida a Dios. Fíate de Él. Construye tu vida sobre roca firme. Tu roca es Cristo. Con Él todo lo puedes, sin Él no puedes nada. No des vueltas sobre ti mismo, no te dejes hundir por tus miedos. El Señor puede hacer maravillas en tu pequeñez. San Pablo decía: Tu fuerza, Señor, se realiza en mi debilidad.
“Levántate”. La palabra de Jesús sonó así, con fuerza y autoridad, dirigida a un joven que iban a enterrar en Naím. Su madre era viuda, el joven era su hijo único. Él se levantó y Jesús se lo dio a su madre. La gente exclamaba: “Dios ha visitado a su pueblo” (Lc 7, 11-17).

Querido joven, la presencia y el amor de Jesús transforman e iluminan las situaciones oscuras y llenas de dolor. Me refiero ahora a esa muerte que llamamos pecado porque nos aparta de Dios y de los hermanos. Sufrimos mucho, nos sentimos atrapados por los lazos del egoísmo, del odio, de la venganza. Sin embargo, Cristo es capaz de hacernos pasar de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, del egoísmo al amor. Cristo es nuestra Vida. Acudamos a Él. Convirtámonos y creamos en el Evangelio. Quien encuentra a Jesús encuentra la alegría.

Recapacita y di: “Volveré”: El hijo menor de aquel padre bueno había despilfarrado toda la herencia recibida. Ahora sentía hambre, estaba solo, lejos de casa y recapacitó. “Volveré” fue su decisión. En casa, al menos, sería aceptado como jornalero. Su sorpresa fue que el padre lo esperaba y lo llenó de besos. Volvía el hijo, hubo fiesta (Lc 15, 11-24).

Querido amigo, aunque tu vida es joven, quizá has experimentado altibajos. Momentos en que has vivido con intensidad tu vida cristiana y momentos bajos de alejamiento de Dios y de la comunidad cristiana. ¿Dónde estás ahora? Recapacita, reflexiona. Recuerda que eres hijo de Dios. Él, que es Padre, te espera lleno de misericordia. Cristo, tu mejor amigo ha dado la vida por ti. La Iglesia es tu casa, en ella está la mesa de la Palabra y de la Eucaristía. En ella encontrarás hermanos –algunos quizá no te entiendan– pero muchos han tenido tu misma experiencia y estarán contentos de acogerte y compartir la mesa contigo. Vuelve.

Queridos jóvenes, os propongo que podáis meditar estas palabras del Evangelio, quizás una por semana. El Señor os habla al corazón con amor. Escuchadlo.

En la Catedral, cada jueves de Cuaresma, de 8 a 9 de la tarde, nos reuniremos para orar con estos textos. Estás invitado a compartir esta oración con los hermanos.

Con todo afecto os bendigo.

José Vilaplana Blasco
Obispo de Huelva

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