(Texto: Paco Velasco) Aunque fuerte, sus hojas, caducas, son blandas y sinuosas. El roble. Margarita, nueva portavoz parlamentaria de Pedro Sánchez, acaso haga honor a su apellido. Juez de carrera y política de oficio, su curriculum va unido, inexorablemente, al partido Socialista. Exige humedad y, en su defecto, altitud, para desarrollarse.
La señora ha debutado en su nueva función con aire adusto. No obstante, su palabra suena recia y moderadamente estudiada. Su mensaje, parcial e interesado, evoca la necesidad de aupar la política sobre el derecho. Es lo que hay. Margarita no es una excepción.
Robles responsabiliza a Montoro y a Rajoy de la amnistía/regularización fiscal. De ambos solicita su dimisión. Doña Margarita basa su petitum en dos argumentos: la sentencia del Constitucional y la fuerza moral del ejemplo del pago de impuestos. El primero, vale pero hiede a topicazo. El segundo, demagógico y con fuerte olor a sulfato podemita.
La señora Robles ha debido perder la memoria. Allá por los fastos del 91 y del 92, su correligionario Solchaga, siendo Felipe supremo emblema cesaropapista del país, -(dios, Txiki Benegas dixit)-, ejecutó una amnistía fiscal como una catedral. Ni entonces ni después, cuando sus amigos la ficharon para ocupar altísimos cargos en Justicia e Interior, se le escuchó un reproche. Ahora toca. El cargo hace milagros.
Lo mismo doña Margarita no reúne las cualidades de fortaleza y resistencia que al roble se adjudica. Igual es que la margarita sueña con ser romero. O sea: que el maniqueísmo es una patología que devora a las especies del espectro político, sin reparar en su filiación partidista. Mientras sea así, bueno, pero si nos hace un baltasargarzón, aviados vamos.