(Texto: Juan Andivia Gómez) Puestos a imaginar, me convierto en catalán de nacimiento o charnego converso (más catalán aún) y empiezo a creer que en 1717 ocurrió lo que me digan que ocurrió, me olvido de la Corona de Aragón y de todo el siglo XIX, la revolución industrial, las inversiones del siglo XX, los ministerios de Fomento y el Sursum Corda. Practico el antiespañolismo en casa y en la oficina, parlo la meva llengua y hago que mis hijos aprendan inglés, que no castellano. Molt bé!

Soy quien soy, sé leer y muchas cosas más y me encuentro con que mis gobernantes son el president, antes honorable, la president, els consellers y el Tardá y el Rufián. Entonces, mi magín no da para más y me quiero salir no de España, que también tiene sus presidentes y sus rufianes, sino de la Catalunya soñada, que jamás llegará a serlo con tales mentecatos.

Y si entre tarugos anda el juego, miro para la Espanya y veo que el dontancredismo rajoyniano ha dado sus frutos; esto sí, manidos, putrefactos, imposibles de aprovechar para la nutrición de la democracia y, donde había convivencia, ahora hay lo que me dijeron en mi escola, odio, represión e injusticia.

Como no es cuestión de hacer que la sesera se caliente aún más con imposibles, vuelvo a mi natural, aquí en el sur de las civilizaciones y me reconozco internacionalista en el sentido etimológico y no en el político, que todo pasa de moda o admite interpretaciones; y me olvido del sueño de una tarde de noticias de la última quincena de septiembre del 17 (dos mil), donde la conclusión es que todos lo han hecho mal.

Las actitudes soberanistas se parecen a aquel pasaje del Mío Cid en el que un engreído Rodrigo Díaz quiere hacer jurar al rey Alfonso VI que no ha tenido nada que ver en la muerte de su hermano Sancho II. Obviamente, la insolencia le cuesta el destierro.

Aquí, sin extremar los paralelismos, cabe perfectamente la frase con la que el pueblo despedía al de Vivar en su salida de Burgos: ¡Qué buen vasallo sería si tuviese buen señor!

Pues eso, que nos merecemos estos resultados, si tenemos los representantes que tenemos, democráticamente elegidos en unas votaciones con garantías. Si seguimos así, con esta mediocridad, los abstencionistas volverán a ganar y tanto aquí como en Barcelona muchos pensarán/pensaremos: Que bon vassall seria si tingués bon senyor!