(Texto: Federico Soubrier) Vaya por delante que vivimos en un país de envidiosos que está deseando que salte la más mínima para empezar a despotricar.
El chalet de Iglesias y Montero se ha convertido en comidilla nacional. Manda narices que de nuevo el personal se acuerde de Venezuela.
Con algunos matices, que un matrimonio que espera hijos se meta en una pedazo de hipoteca, con todo lo que ello conlleva para comprar un chalet apunta dos cosas: que no tienen dinero en efectivo procedente de la corrupción u otras malas arte y que pueden pagar las cuotas porque nosotros permitimos que los políticos ganen lo que ganan.
No se puede mezclar el inmobiliario adquirido por medios corruptos, ni los inmuebles conseguidos por altos miembros eclesiásticos que predican pobreza, castidad y obediencia con el caso que nos atañe, los dos primeros claman a la justicia y al cielo, el último sí se puede relacionar con el discurso de los flamantes propietarios y su grado de coherencia; con este tema habría que procurar tener mucha más tacto.
Me llamaba la atención en su tiempo que un destacado sindicalista presumiera de su colección de relojes valorados cada uno en más de 6.000 euros; por supuesto, si puedes, mejor para ti, pero no debe ser muy productivo para tu trabajo, me refiero a temas de afiliación, si no predicas con el ejemplo mal camino llevas, y los pelucos tan caros le dan grima a los parados. Allá cada cual con sus dineros, peor es que vayas de la mano del gobierno cuando machaca a los tuyos.
A mí, particularmente, me molesta mucho más que alguien viva gratis en la Moncloa a nuestra costa mientras se dedica a empobrecer a la población o, en su caso, a no poner el menor interés en cuidarla.
Eso de situar sus puestos a disposición de las bases por la cuestión de la casa no me parece buena idea, con tantos líos internos les podría salir el tiro por la culata.
Por mi parte, que lo disfruten con salud, y que no se olviden de lo fundamental, en muchos casos lo jodido no es la compra, sino el mantenimiento.