(Texto: Juan Andivia) Nadie. No soy nadie para opinar sobre las elecciones de hoy del Pepé; bueno, soy español (lo dice mi partida de nacimiento y mi pasaporte) y, en eso, ando igualado con los simpatizantes y demás bullangueros del congreso.

Me parece pues, desde mi lejanía, que los dos candidatos son diferentes en discurso, presencia e ideas. El uno, posee elocuencia y propone cosas, alude a la juventud como un valor de energía, pasajero, pero válido para atreverse a cambiar; y la otra, que parecía tan capaz desde la sombra del líder, mira ahora con una enigmática sonrisa a todos sus demás, aduciendo la feminidad como mérito, olvidándose así de sus críticas a las cuotas de los otros y propone, por decir algo, un proyecto como los de siempre: hagamos lo que sea, cuando toque, sin molestar a la corona, a la iglesia y a los poderes fácticos.

Probablemente, Casado hará lo mismo pero, como táctica o como ilusión, pregona otra cosa que, seguramente tampoco sabrá muy bien qué es, salvando la mayor o menor contundencia en los principios de unidad, capitalismo y clericalismo que todos comparten.

Reconozco que no me decepcionan, que el concepto de centro derecha al que aluden tanto no existe (ni creo que exista, en realidad), que con Moreno Bonilla en Andalucía no hay cambio posible y que en Madrid se come muy bien. Pero no voy más allá; es probable que España los necesite, que quienes siguen pensando que sólo un bando de la guerra civil tiene derechos y afirman que la tierra es de quienes han tenido la suerte de nacer en ella estén preocupados por la dimisión del más famoso registrador de la propiedad, pero cada cual sabe dónde se mete y, desde mi humilde opinión, las juventudes que se afilian al partido no tienen de modernos ni la ropa. Pero a mí quién me manda hablar de lo que no sé. Pues eso, me callo y con su pan se lo coman.

Pero con el de ellos.