Julián López El Juli y Miguel Ángel Perera compartieron este lunes un encuentro con cientos de aficionados de Huelva -muchos de ellos, niños- en el Paseo de la Ría, uno de los espacios más bellos y emblemáticos de la capital onubense. Con la Ría de Huelva como testigo y el histórico muelle cargadero de mineral de Rio Tinto como telón de fondo. Y fueron tejiendo todos ellos una red de complicidad que se materializó en el enorme cariño que se profesaron público y toreros.
El objetivo era mostrar a El Juli y a Perera, sobre todo, como Julián y Miguel Ángel. Es decir, desde su plano más personal y cercano, tratando de dejar a un lado al héroe que cada tarde se viste de torero para poner en el foco en el hombre que es padre, hijo, hermano, esposo y amigo. Y de ellos hablaron ambos. De sus vidas, de sus aficiones, de lo que les gusta hacer cuando están fuera de la plaza, de lo que les preocupa del presente y del futuro, de lo que hubieran querido ser de no haber sido toreros (El Juli, psicólogo. Perera, portero de fútbol), de la virtud personal que admira el uno del otro, de su amistad, de lo que quieren para su mañana y de la grandeza y de la humildad. Esa condición sine quanon que les ha hecho ser los colosos que son. Pero sin perder nunca los pies del suelo por más alto que fueran los sueños que iban consiguiendo.
Entre risas, bromas, complicidad y un montón de situaciones divertidas, El Juli y Perera respondieron pacientemente a las preguntas de los niños -decenas de ellos- que ocupaban sentados en el suelo el primer plano de un auditorio donde cabía gente de todas las edades, que se lo pasó en grande con ellos y entre los se dejaron ver, por ejemplo, la torero Cristina Sánchez y su esposo, Alejandro da Silva, junto a sus hijos. En conmemoración del vigésimo aniversario de su alternativa, Julián recibió en nombre de Huelva y de manos de uno de los pequeños una carabela de plata y, ambos, sendas caricaturas del artista onubense Esteban que plasma una singular mirada a la personalidad torera de cada uno de ellos.
Tras una hora de conversación distendida y amable, siempre cercana y muy agradable, El Juli y Perera firmaron postales y libros, se hicieron cientos de fotos y atendieron solícitos hasta la última petición de cariño de pequeños y mayores, ganándose así de calle al público que fue expectante a conocer a dos grandes toreros y que se encontró a dos más grandes personas.