(Texto: Paco Velasco) O de Gispert. Acaso pueda explicarme el lapsus linguae. Tal vez por lo de triscar. O por enredar o torcer o patear. Un acto fallido que reconozco. Una parapraxis entendida como impulso prohibido. Un desliz clásico, en suma. Para qué seguir.
Doña Gispert ha sido presidenta del Parlament. Así está el Parlament. Entre ella, Forcadell y Torrent, la democracia catalana se halla en barrena y con riesgo sobresaliente de hartarse de tierra. La muy ilustre, y bella, señora, la tiene tomada con Inés Arrimadas. No creo que sea por celos femeninos dada la gracia facial de doña Nuria. Tampoco por su ascendencia andaluza teniendo en cuenta que los nacidos al sur de Despeñaperros somos, en la teoría nazi de ciertos fachas, gente plebeya, pobre, servil e inculta.
Por tanto, si no es por belleza ni por riqueza ni por señorío ni por sabiduría, esencias que adornan a doña Nuria, a qué la envidia, a qué los celos, a qué el odio, a qué la maldad de la de 27 apellidos catalanes. Cómo hemos de entender que De Gispert o De Trisquet o sea cual fuere su patronímico, tenga tantísimo interés en que la señora Arrimadas se vaya de Cataluña. Que se largue a su Cádiz natal, insiste la espléndidamente juvenil moza independentista.
Lo que sí me temo de doña Nuria es que forme parte de la facción femenina, la más casposa y rancia, de los Comandos de Defensa de la República de Matones Catalanes. Y claro, hay que ser comprensivos con ella. Me da que se le ha despertado algún complejo freudiano y no sabe cómo adormecerlo. En este sentido, le recomiendo una buena temporada en la Tacita de Plata. Al cabo, se habría podido desprender de la roña burguesa que la reconcome y podría regresar, una vez reconstruida moral e intelectualmente, a la tierra que la ha venido padeciendo desde la cuna.
Mira por dónde, una vez más, Cádiz se puede erigir en sede excepcional del parlamentarismo español. Siempre y cuando los tribunales sentencien a los golpistas encarcelados y, en su caso, a los prófugos y a sus acólitos como Rufián o Tardà, a una buena ración diaria de libertades, de sentido común y de convivencia democrática.