(Texto: Federico Soubrier) Cada día estoy más convencido de que nuestros políticos forman una especie de secta que pulula a nuestra costa.
Como somos tan espabilados, nos hemos convertido en el país de la Unión Europea con el mayor porcentaje de gobernantes, nos sigue Italia, pero aun así tenemos el doble que ellos.
En relación con Alemania y las cantidades de habitantes, nosotros tenemos ocho veces más políticos que ellos, o visto de otra manera, uno por cada cien personas aquí y allí uno por cada ochocientas o mil aproximadamente.
Ni qué decir tiene que todo esto es una gran mentira, que para nada necesitamos tanto espabilado viviendo con niveles privilegiados mientas a nosotros se nos pide austeridad y además que nos suponen un coste que no nos podemos permitir.
Al menos, yo, estoy cansado de bicefalias y policefalias pactadas o consentidas y, por supuesto, todas engañosas.
Pensiones vitalicias, subidas de sueldos desorbitadas, eso sí, con unanimidad, prostíbulos, corrupción, tarjetas tutiplén, dietas y comisiones teniendo casa en Madrid o donde quiera que ejerzan, mariscadas, más prostíbulos, más corrupción, tables, retratos de veinte mil euros para resaltar sus egos, bar del congreso con precios irrisorios, más prostíbulos, más corrupción, carteras ministeriales de unos mil euros en algunos casos para una semana, helicóptero para acá, helicóptero para allá a cinco mil euros la hora, coches oficiales, oficinas y secretarias con la vitalicia, una verdadera sangría.
Para mantener esta secta solo hace falta una amplia horquilla de fachas, rojos, extremos, independientes, nacionalistas, populistas, progresistas, con másteres, sin másteres, todos en complot, de acuerdo en ser tantos como son, cobrar un pastón y que a nadie se le ocurra que hay que reducir chupópteros, muchos tontos que los votemos y montones de euros.
Si ahora preciso votos del PNV para aprobar unos paupérrimos presupuestos, pues los compenso favoreciendo a su autonomía con dineros públicos y punto, qué más da que se hagan aeropuertos que no pisa un avión, paradas de tren en la finca de mi primo, vendamos bombas que tienen un láser y no hacen pupa a nadie, venga prebendas para la iglesia, todo da igual mientras no se investigue a nadie y aforamientos a tutiplén también.
He de confesar que me tienen harto y una de las cosas que más me jode, quiero decir fastidia, es oírlos en grabaciones de hemeroteca, ¿cómo carajo se puede decir justamente lo contrario de lo que se dijo? ¿Para qué nos hacen perder el tiempo con programas electorales que no piensan cumplir?
Escucho hablar a Pepe Mújica, expresidente de Uruguay, y con el permiso de Miguel Ángel Revilla, me cago en la mala suerte que tenemos con esta pandilla que nos acribilla.
Aquella dictadura, que jamás se fue, nos trajo una transición que nos largó una lacra impresentable, hemos aprendido a convivir con eso a pesar del coste que nos supone, pero al menos que no piensen que no nos damos cuenta de que están ahí, que algún día habrá que acabar con ellos y que si, por casualidad, alguno ha trabajado en su vida que vuelva a su trabajo, a ser posible con el sueldo de un pensionista.