(Texto: Paco Velasco) El señor Iglesias va de culto. Ya quisiera. Tener cultura implica cualidad de cultivo. Y para ello hay que desarrollar talento y poner medios para interiorizar conocimientos. A partir de esos medios, es posible lograr un espíritu crítico. Pablo Iglesias no pasa de escaparatista de una tiendecita de venta de tebeos o de chavalito aficionado a juegos de trivial político. Dudo que haya leído a Marx o a Hegel y, si lo ha hecho, no los ha entendido.
El caudillo –en expresión maradoniana- de Galapagar señala que nadie ha elegido al Rey de España. Mentira. A quien nadie eligió fue a Franco. Y, sin embargo, murió en la cama. El rey de España –no me refiero a Juan Carlos I o a Felipe VI- es Jefe del Estado merced a una Constitución tan maravillosamente democrática que se eleva conforme los podemitas, los catanazis y los zetapeoteguis quieren cargársela.
Don Pablo es tan estrecho de miras y tan ancho de mala baba que persigue la república como si fuera la panacea de la democracia. Que no joven, que no. Mientras el pueblo español no diga otra cosa, la monarquía parlamentaria es el mejor transatlántico que surca las aguas internacionales del sufragio universal. Sé que no lo entiende. Cómo va a entender quien se postula como bolivariano de Maduro e iraní misógino y homófobo. En España, la extrema derecha, que existe, no pasa de dama boba –lea a Lope- si se la compara con la hembra lista de sus amistades de la izquierda extrema y tenebrosa.
Sin ir más lejos, Vd., Iglesias, forma parte de ese grupo de políticos de alcantarilla que prefieren el submundo de la miseria. Sus presupuestos, porque aunque no tiene idea son suyos, consagran el retorno de la pobreza máxima. Por eso, su perfil de cultura ni siquiera es revisionista. Sencillamente, reaccionario como el Congreso de Viena. Si desconoce su significado, ilústrese, hombre.