(Texto: Paco Velasco) Un tal Churchill, premier británico, se lo preciso a la señora Carmen Calvo, parece ser (insisto, parece) que dijo que los fascistas del futuro se llamarían a sí mismo antifascistas. Pleno al quince. Y si no fue él, la frase tiene toda su contundencia. La democracia es, per se, sede del antifascismo. La dictadura se define, sin ambages, como antítesis de la democracia. De la premisa primera y de la premisa segunda, la conclusión del silogismo no puede ser otra: “los no demócratas se erigen en símbolos vivientes del fascismo”. O se es demócrata o se es fascista.
Las elecciones andaluzas del 2-D han revolucionado al mundo de los llamados antifascistas. Hasta ese día, se travestían de individuos respetables amantes del resultado de los comicios. Habla, pueblo, habla. Ahora bien: cuando el pueblo habla lo que disgusta a los mamones de la teta institucional, “dita sea”, ese pueblo es gilipollas. Los votantes, se lamenta la mamandurria, son necios y estúpidos porque han decidido acabar con la sopa boba y la cocaína sabia de estos pancistas. Esa expresión no es proferida por Vox. Por Susana y por los golpistas catalanes, sí.
Los políticos vainillas de izquierda, roto el cordón umbilical que les alimentaba a todo tren, tiran del listado de denuestos personales y sacan a volar la cigüeña portadora de algaradas callejeras. Así, se ciscan en la victoria democrática de la derecha y amenazan con el frentismo bélico que trajo causa de nuestra malhadada guerra civil de 1936. A la cabeza de esta casta inmunda de fascistas de hoy, la llorona Susana Díaz, el okupa Pedro Sánchez, el niño de papá Pablo Iglesias, el pronazi Torra y esa pléyade de cortijeros que, lejos de admitir su derrota por golfantes, siguen el camino de la camorra. O se rinde la derecha democrática o sacamos nuevas urnas, amenazan. Y para concluir el desaguisado, limpian los fusiles de asalto al estilo Paracuellos.
Cuando escucho a Pablo Iglesias, me acuerdo de una frase de Benito, un tipo tan demócrata y tan antifascista como el de Podemos. Decía Benito, Mussolini, que: “Hay que librar la bandera del socialismo de los que se envuelven entre sus pliegues”. O sea, señor Pedro Sánchez, que deje de esconderse en el socialismo para ocultar su tendencia totalitaria y fascista. ¿Cómo? Por lo pronto, convocando ya elecciones. Después, respetando los resultados. Por último, vaya a vivir al campo. Tome un poco el aire.