(Firma: Paco Velasco) Algo huele a podrido en el gobierno de Pedro Sánchez. Desde su estratégica continencia verbal, a partir de las inasumibles concesiones a Puigdemont, la hediondez de la política del Psoe respecto a Cataluña se percibe a kilómetros de distancia. Cataluña está a punto de desgajarse. Luego vendrán las reacciones. Pero todo está preparado por los troyanos del gobierno para que la secesión sea una pronta realidad.
Las elecciones se demoran a conciencia porque al proceso sedicioso le faltan unas cuantas costuras. El carajal interno de los podemitas aporta un toque de distracción calculada. Los silencios de la viaja guardia psoecialista taladran los oídos de los analistas avezados. Cuantos manifiestos públicos perpetran las feministas de Beni o los taxistas de Tito o los escritores de Pen club no son sino alertas contradictorias de lo que se avecina.
El comienzo del juicio a los cabecillas separatistas viene marcado por el toque de corneta de los chavistas de Iglesias, por los desplantes groseros del protonazi Torra y, muy singularmente, por el asalto de Carmena al castillo ruinoso de Podemos. En Venezuela, Guaidó ha dado un paso adelante. En España, se impone el salto del tigre.
Si Sánchez no convoca elecciones antes de un mes, los constitucionalistas deben promover una moción de censura un día más tarde. Aunque se pierda. Lo mismo nos llevamos una festiva sorpresa. Igual el socialismo leal apoya a los constitucionalistas. Es la única solución legal que cabe para impedir el trabajo sucio de quienes quieren cargarse la unidad de España. Nunca la suciedad puede ser un triunfo. Nunca.