(Firma: A. Peinazo) La pregunta es pertinente, porque sería importante saber si el presidente del Gobierno de España sabe adónde va, hacia donde se dirige, en la negociación con los nacionalistas en Cataluña. Si su objetivo es que, con algunos subterfugios, los nacionalistas apoyen los presupuestos generales del Estado se equivoca. Lo ha dicho el ministro de Asuntos Exteriores, catalán por más señas y sabedor de la cuestión: lo que piden es lisa y llanamente imposible de asumir.
Si asumir eso supone que los presupuestos no se aprueben y que Sánchez tenga que convocar elecciones, mejor que lo haga sin darle más vueltas. Ceder a algunas de las peticiones, como la figura de un mediador o de un relator en las conversaciones, lo único que hace es poner en un serio apuro al resto de sus compañeros y candidatos socialistas de cara a las elecciones municipales y autonómicas que se avecinan.
El dilema de Pedro Sánchez parece evidente: salvarse él y su gobierno para agotar la lesgislatura, aunque eso suponga llevarse por delante al resto de candidatos fuera de Cataluña, a los que va a poner en un más que serio apuro, o plantarse y asumir que hay cuestiones que no se pueden admitir en un diálogo que pueda aparecer como resultado de un conflicto bilateral entre dos estados. El único conflicto que hay en Cataluña a día de hoy es el que enfrenta a la mitad de su población con la otra mitad y eso, al menos por ahora, es algo irresoluble. Si el 90% de catalanes apoyara la independencia posiblemente estaríamos hablando de otra cosa.
Las elecciones andaluzas han demostrado que, además del desgaste de más de 30 años de gobierno, el problema catalán ha estado presente en todo momento, por más que Susana Díaz se obligó a sí misma a no utilizarlo para no dar la impresión de que estaba haciendo de contrapoder a Pedro Sánchez. Es posible que el actual presidente del Gobierno logre alargar su mandato, pero eso será solo a costa de entregar tanto a cambio, aunque sea de manera formal, que va a dejar al resto de sus compañeros desnudos ante el electorado en tan solo unos meses.
A Pedro Sánchez alguien de su partido, y cuando digo alguien me refiero a sus bases y a sus dirigentes, debería hacerle entender que un gobierno de uno o de dos años no merece la pena a costa de poner en riesgo el futuro de una formación centenaria y, sobre todo, el de un país que se llama España con 500 años de historia a sus espaldas.
La Constitución Española marca el camino de cómo se puede cambiar su propio contenido y cómo cualquier cosa es posible, pero ateniéndose a las leyes que nos rigen a todos. No hay atajos. El problema catalán no es nuevo y, a día de hoy, con las condiciones actuales, resulta irresoluble. Sánchez se engaña si piensa que tiene la piedra filosofal o la varita mágica de esta cuestión. El nacionalismo catalán lo tiene claro, y está en su legítimo derecho de defenderlo y decirlo: apuesta por la independencia a través de una consulta en su territorio. ¿Tiene claro Pedro Sánchez que eso es imposible porque no hay leyes que lo permitan, salvo que se modifique la Constitución en ese sentido?