(Firma: Juan Andivia) Pilar Salazar es una mujer que hemos visto en Canal Sur, en Canal Extremadura, en el teatro, presentado galas y festivales, que oímos en la radio, en su nuevo programa “Mujeres Faro”, que imparte cursos de comunicación y que, recientemente, ha publicado “Yo soy mi mando a distancia”, que es una propuesta de vida sana, autoconocimiento y sentido positivo. Por esto, no parece una sorpresa que ahora acabe de salir a la luz su primer poemario “80 pulsaciones”, editado por Extravertida ed., en el que desnuda su intimidad sentimental para contarnos, de manera directa, momentos y experiencias que podrían ser los de cualquier lector.
El libro es un hermoso canto de ochenta compases, o de ochenta latidos, que explica el título. En sus páginas se alternan poemas convencionales en cuanto a la disposición tipográfica y otros que rompen intencionadamente con lo discursivo; y en ese afán de complicidad, parte de la consciente confusión del espacio y opta por una visualidad global, que convierte la página en un objeto en sí mismo.
Su objetivo podría definirse como el intento de obtener la confianza necesaria para conversar sobre el encuentro, los acercamientos, las limitaciones personales, los temores, el contacto físico, el desamor y la autoestima, el dolor, la resiliencia, la duda, la monotonía, la frialdad y el olvido, la culpabilidad, lo profundo, las vías de escape, el consuelo o su ausencia, las guerras interiores, el amor y su defecto; lo cotidiano, en suma, lo compartido.
Se convierte en una reductora de distancias, una poeta sincera que clama por hacerse entender y, en su camino, plagado de metáforas: “No quieres caminar por el abismo de mis labios”, “fueron tus ojos de canela ardiendo”, ¿sabes que cambiaste el color de mis ojos?”, “aspiremos lunas”, observa la casa, el orden y el desorden, la botella y sus sueños, el tiempo; y nos planta ante “El beso”, de Gustav Kim, un limonero confidente o, con mayor proximidad, relata su conversación con el silencio o enciende el texto de erotismo en los poemas “Preludio” o “Quimeras del corazón” y los que aparecen en esta parte del libro.
Como expone en el penúltimo poema, sus “cinco sentidos son veinticinco”. Seguramente por eso y como afirma en el “Introito”, “no es ella la que oscila, son el calor y el frío”; mientras los hechos pasan, ella observa y narra, ella mira y piensa, ella siente y habla.
La poesía sigue consistiendo en hacer que lo que no es más que una sensación que pudo estremecer a alguien, nos haga ahora vibrar a los demás; que lo que “aquella lluvia que llegó a destiempo/me regaló un momento esclarecido,/una dolorosa epifanía que despertó mi alma de su letargo”, como rezan los últimos versos. Exactamente eso.
Esta época, convulsa y decepcionante en tantas cosas, ha aparecido una voz nueva que relata las cosas comprensibles, con los mínimos artificios y la sinceridad toda: “Cuando te vayas,/callado me sumergiré en tu recuerdo,/hasta que poco a poco mi tiempo deje de tener nombre. No son versos enrevesados, sino transparentes; quizá porque la vasija que los ha contenido durante algunos años está curtida y es rica en nostalgia, dolores, alegrías y desasosiegos; pero también en experiencias e ilusiones.
Y se presentó además, ayer, día 21 de marzo, día mundial de la poesía, comienzo de la primavera, noche de luna llena y arropada por doce amigos y cantantes o actores sobre el escenario.