(Firma: Federico Soubrier) Desde el año 2011 existe en nuestro país el voto rogado que obliga a los residentes españoles en el extranjero a “rogar” para poder ejercer su derecho al voto, cuya implantación se llevó a cabo alegando problemas de identificación.
Este método consiguió reducir la participación, generando más dificultades en su ejecución de las que ya venían teniendo en condiciones normales, provocando el efecto para el que fue creado, cribar al número de votantes disuadiendo a más de un millón de electores. De hecho, de uno dos millones solo votaron unos doscientos mil en las últimas elecciones.
Supongo que el perfil del votante cuando este sistema se impuso sería el de alguien que está obligado a residir fuera porque las condiciones laborales, políticas y sociales generadas por los continuos gobiernos bicefálicos así lo obligaron y evidentemente su voto no les sería favorable.
Es de imaginar que cuando resides fuera, te preocupas tu país y quieres intentar cambiarlo, será porque en el fondo te gustaría o tienes la intención de volver a él en un futuro próximo.
En principio, la complicación del sistema generó caídas de forma espectacular en más de un veinte por ciento en el total de votos emitidos por el Censo Electoral de Residentes Ausentes (CERA). Ahora, afortunadamente, el panorama en porciones de los partidos políticos está cambiando y algunos grupos se interesan por eliminar este sistema un tanto antidemocrático, buscando por supuesto, como todos, su beneficio propio.
El 30 de marzo terminó el plazo de “ruego” en los consulados, no parece que la tendencia vaya a cambiar mientras no cambien las reglas.
Esperemos que para elecciones venideras se haya solucionado el tema y evidentemente se pueda producir una alteración del panorama nacional con la ayuda de las fuerzas externas, que a la postre deberían tener exactamente nuestros mismos derechos.