La aguda y prolongada crisis económica que sufrió España entre los años 2009 a 2014 contrajeron de tal manera los presupuestos generales del Estado que durante ese largo período se produjo una contracción en la inversión, tanto pública como privada, en la nueva industria tecnológica. Sin embargo, la recuperación de la actividad económica ha hecho que de manera paulatina, pero con firmeza, se haya puesto de nuevo la inversión en la industria tecnológica como uno de los ejes fundamentales para encarar el futuro de nuestro país.
Las administraciones públicas, desde el Gobierno central a las distintas autonomías, encaran el presente con la idea clara de que sin una potente industria tecnológica no hay futuro. Y en ese proceso que llevan a cabo las administraciones también se han implicado todos los sectores productivos y empresas sin excepción. Desde la más simple pyme a las grandes compañías, desde empresas del mundo de la robótica o los drones a empresas de servicios o incluso simplemente con carácter lúdico, como pueden ser los casinos online en España.
Todos los partidos políticos, sin excepción, incluían en sus programas electorales para las elecciones generales de abril un objetivo: llevar la inversión de los presupuestos generales del Estado al 2 por ciento del Productor Interior Bruto (PIB) de nuestro país. El gobierno se ha marcado como objetivo una inversión tecnológica de 24.000 millones de euros para el próximo año 2020. La meta es ambiciosa, ya que en los últimos presupuestos presentados para este año, y que no fueron aprobados, lo que provocó el adelanto electoral, la inversión prevista aumentaba solo hasta los 6.729 millones de euros.
La crisis desplomó la inversión en I+D y ahora ya se está en niveles anteriores al inicio de la gran recesión económica. Si en 2009 se alcanzaba el 1,40 por ciento del PIB, en 2018 se situaba en el 1,20 por ciento. La cuestión es ver si la botella está medio llena o medio vacía. Si somos optimistas la veremos medio llena, ya que de nuevo se ha comenzado a avanzar. En 2017 el gasto en I+D ascendió a 14.052 millones de euros, de los que el 54 por ciento correspondió a la inversión privada, el 27,1 por ciento a la enseñanza superior y el 17,8% a la inversión pública.
Cierto es que las empresas españolas son en un 99,87 por ciento pymes (entre 1 y 249 trabajadores) y que de ese porcentaje el 95,6% son microempresas con entre 1 y 9 empleados, lo que no ayuda precisamente a una expansión en inversión tecnológica, sin embargo tanto la iniciativa privada como la pública están haciendo un gran esfuerzo por ponerse al día, sabedoras ambas de que sin inversión tecnológica no hay futuro ni es posible competir con las grandes economías mundiales.
Si vemos la botella medio vacía haremos hincapié en que dos terceras partes de la producción y el empleo de España están en sectores de tecnología media-baja, pero si queremos ver la botella medio llena podemos argumentar que en 2018 la inversión de compañías tecnológicas en nuestro país alcanzaba los 1.800 millones de euros, es decir, el doble que un año antes. España era en 2018 el quinto país europeo por inversión tecnológica, solo superada por Inglaterra, Alemania, Francia y Suecia.
Y por último un dato más para ver la botella medio llena y ser optimistas: en España se cuenta con 266.000 desarrolladores profesionales de un alto nivel académico. De éstos, 80.000 se encuentran en el entorno de Madrid y 50.000 en Barcelona, con lo que la capital española se coloca como el quinto Hub Europeo y la capital catalana como el séptimo Hub, con gran nivel tanto en realidad virtual como realidad aumentada y Frontier Hardware (vehículos autónomos, robótica, internet de las cosas, drones, etc….)