Paloma Susana García no olvidará nunca aquel mes de Junio. Había cumplido el sueño de abrir su propia tienda de moda, que, desde que era pequeña era lo que más deseaba en su vida. Lo tenía todo previsto, pues Paloma era muy previsora. Su nuevo local era de colores vivos en las paredes, tonos y dibujos diseñados por ella misma, quería dar un toque juvenil pero con estilo, se quería apartar de cosas comunes, quería que la clienta al entrar por la puerta de su negocio, lo primero que se fijase en no era en la ropa, quería que le gustase el entorno. De su grado superior de marketing aprendió, que las ventas de un negocio dependían mucho de la primera impresión de un cliente. Recordaba al pie de letra, lo que le enseñó su profesora de psicología de ventas: un negocio es más que unos vaqueros bonitos, es entrar en una tienda y ver todo recogido, dependientas bien vestidas, alegres y sonrientes, y como no, una decoración fresca, joven, que invite a comprar. No quería saber nada de cartelitos con números acabado en “,99”, la clientela no es tonta y eso ya estaba pasado de moda…
Paloma lo tenía todo a punto, pero el día de la inauguración, quería dar un regalo a todas las clientas y amigas que invitaría y en ningún momento pensó en una gorra o unas chanclas de la playa. Quería que sus clientes hablaran bien hasta del regalo de presentación.
Dio muchas vueltas y se decantó por bikinis, eso sí, no podría ser todos iguales y quería que llevase su marca. Luchó por dos temas importantes, la cantidad y el diseño deberían ser diferentes, al menos diez tipos de modelos y en todos ellos… su anagrama, ese que diseñó con 19 años en su cuarto, soñando para este momento.
Todo estaba listo, la idea perfecta, pero faltaba una empresa que, con toda profesionalidad pudiese serigrafiar bikinis, que, como eran productos de marca blanca y como además eran de diferentes modelos, las cantidades no eran muy elevadas, y además como quería que el anagrama no se perdiese en el primer baño… lo quería en hilo, y no quería fallar. La solución la encontró en Printful y como no, “en internet”. No quería depender de nadie, quería hacer el pedido ella, poner los modelos ella, poner su anagrama en un lugar determinado y todo esto “on line” para ver el resultado final. Pero esto no era todo. El 45 % de esos regalos era para mandarlos por correo postal a clientes fuera de su ciudad y ella, ni tenía tiempo, ni espacio físico en su local para guardar dichos paquetes, y fue feliz cuando supo que además Printful se encargaba de enviar dichos regalos a sus clientes por un modestísimo precio de paquetería, pues trabajaban con multinacionales importante de reparto postal. Printful es para ella ‘el socio perfecto’, donde fidelización y notoriedad de marca son sus avales más importantes .
Ya es septiembre y Paloma está feliz. La inauguración fue espectacular, la temporada de verano fue genial y superó todas las expectativas. Pudo dejar todo el trabajo de la tienda a su socia-madre y ella quedarse todo el verano a lo que en verdad le apasionaba que era diseñar. Eso sí, quedó en su navegador de internet la página de Printful en primer lugar de “Favoritos”, las buenas empresas y serias que funcionan bien… siempre se recuerdan.
