(Firma: Círculo de Patrimonio Cultural) Poco se está hablando del anuncio de la Junta de Andalucía sobre el cobro de entrada en los museos andaluces. Que no serían los primeros en hacerlo es un hecho, pero también lo es que cuando la propiedad es pública conceptualmente no se sostiene y que la de ahora es una medida que no nace de la necesidad sino de la oportunidad.
La tutela del patrimonio, allá donde tengan la fortuna de que se esté produciendo, como cualquier otra actividad, conlleva unos costes. La cuestión es cómo se abordan, y en el caso de algo tan relevante para el desarrollo de las personas parece adecuado mantener un acceso universal. Porque, ¿qué va a ser lo próximo, el cobro de acceso y préstamos en las bibliotecas públicas?
Cuando el consejero de Hacienda habla de la mejora de la gestión del servicio a través del cobro directo no hace sino manifestar precisamente su incapacidad para gestionar un presupuesto y hacer que la red de museos de Andalucía funcione, al menos, como hasta ahora. Porque pedir más dinero es fácil. Eso sabríamos hacerlo todos.
Por otra parte, la procedencia del dinero no hace mejor ni peor un servicio. Las declaraciones en este sentido, tanto de la Consejería como de la asociación AMMA, son preocupantes por lo ideológico de las mismas y no hacen sino ahondar en esa tendenciosa retórica para el desprestigio de los servicios públicos. En nuestra comunidad somos más de 8 millones de habitantes, una «empresa» bastante fuerte como para dotarnos de recursos.
Creemos que el lugar donde se pone el foco es interesado y estratégico, y que tenemos la responsabilidad de no dejar inundar las tertulias de nuestros allegados con argumentos contaminados que no se encaminan sino a la segregación, la merma del conocimiento y, en lo posible, a la privatización.
Las personas no son turistas, son y somos ante todo personas. Porque a quien entra por la puerta de
un espacio cultural no se le pregunta si va en condición de turista o de ciudadanía. No todo el
mundo puede acceder a según que cosas desde un smartphone o el sofá de su casa. Y no hemos de olvidar que la experiencia museística no es sólo una vía para el conocimiento de lo que tenemos lejos sino también para conocernos a nosotros mismos como sociedad.
Por más normalizado que tengamos el copago de éste o aquel museo, quisiéramos dejar claras algunas reflexiones que creemos de interés, aplicables a todos los casos:
• La Cultura es un derecho básico y, como tal, entre todos aportamos al bote común, para asegurar que cualquier persona tenga acceso a ella en cuantas formas sea posible.
• El acceso a los museos es un servicio público. Si se cobra entrada, necesariamente se está filtrando de lo colectivo a lo individual, y se pasa del ciudadano usuario al ciudadano cliente.
• Los museos públicos no son «gratis», ya se pagan con los impuestos. Es el discurso falaz de que el dinero público no es de nadie.
• El cobro de entrada sería un copago sobre un servicio por el que ya hemos contribuido. Representa su conversión en un bien de consumo.
• Supone sumar al impuesto indirecto un impuesto directo y, por consiguiente, pasar de la cultura universal a la particular. En otras palabras, quien quiera cultura que se la pague.
En el caso de Huelva hablamos de un único museo gestionado por la Junta de Andalucía (tras el cierre hace años del de Aracena), con una media anual de entre 20 y 30 mil visitas, sustentadas en buena parte en la asistencia continuada de onubenses habituales y grupos escolares. A pesar de reunir Bellas Artes y Arqueología se trata de media del museo menos visitado de toda Andalucía, inclusive respecto a aquellos de provincia. Se trata de una infraestructura que no ha contado con inversiones de relevancia en 46 años, y que ahora se espera acompañar de un errático proyecto para Museo Arqueológico, sin planificación, sin espacio, y para colmo mediante obras ilegales amparadas por la propia Consejería.
El presupuesto anual para actividades del Museo de Huelva ha rondado en los últimos años entre 0 y 10 mil euros. A ello se suma la desidia por la ausencia de dirección durante más de un año. Con esas cifras dirán que total, para lo que hay que hacer. Pero es el personal interno el que ha tenido que hacerlo funcionar casi de la nada. Y es que, como decimos, la mala gestión del Museo de Huelva desde la Consejería de Cultura no es precisamente una cuestión de cobrar entradas.
Es posible que parte del problema pase por esos proyectos desmesurados de 30 y 40 millones de euros para edificios vacíos (en otras ciudades, claro), que se aproximan más a la desviación de fondos públicos que a una apuesta por la calidad del contenido a exponer y la preservación de bienes culturales. Tal vez el problema tenga más que ver con que gastan más en coches para la Consejería que en el mantenimiento del museo. Y desde luego, es muy posible que este freno segregador para el acceso mediante cobro de entradas no sólo venga a enterrar al museo onubense, sino que tenga mucho que ver con el desprecio a la Cultura y con la visión de una sociedad alineada. No hay más que ver el lugar que ocupa la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico en el organigrama actual de la Junta de Andalucía